La Guerra De Los Mundos by H. G. Wells

La Guerra De Los Mundos by H. G. Wells

autor:H. G. Wells
La lengua: es
Format: mobi
Tags: Ciencia Ficción
ISBN: 8471663503
publicado: 2008-05-26T22:00:00+00:00


17 - EL THUNDER CHILD

De haber sido la destrucción el único objetivo de los marcianos, el lunes habrían podido aniquilar a toda la población de Londres, que se hallaba extendiéndose lentamente por los condados vecinos. La desesperada fuga se realizaba no sólo por Barnet, sino también por Edgvvare y Waltham Abbey, así como también a lo largo de los caminos al este de Southend y Shoeburyness y por el sur del Támesis hacia Deal y Broadstairs.

Si aquella mañana de junio hubiera podido uno ascender sobre Londres en un globo, todos los caminos del norte y el este que salían del dédalo de calles le hubieran parecido salpicados de negro con los fugitivos, y cada puntito habría sido un ser humano dominado por el terror y la incomodidad física.

En el capítulo anterior he relatado en detalle la descripción que me hizo mi hermano, a fin de que el lector pueda darse cuenta de las reacciones experimentadas por uno de los fugitivos. Jamás en la historia del mundo se ha trasladado y sufrido tanto una masa humana tan extraordinariamente grande. Las legendarias huestes de los godos y los hunos, los ejércitos más numerosos que vio Asia en toda su historia, habrían sido apenas una gota en aquel torrente. Y no era ésta una marcha disciplinada, sino una estampida gigantesca y terrible, sin orden y sin rumbo: seis millones de personas, desarmadas y sin provisiones, avanzando sin pausa. Aquello fue el comienzo del derrumbe de la civilización, de la hecatombe de la humanidad.

Allí abajo el ocupante del globo habría visto el trazado de las calles en toda su extensión, las casas, iglesias, plazas, jardines—todo abandonado—, que se extendían como un enorme mapa..., y hacia el sur completamente borrado el dibujo. Sobre Ealing, Richmond, Wimbledon, le hubiera parecido que una pluma monstruosa había arrojado tinta sobre el mapa. Lenta e incesantemente se iba extendiendo cada manchón negro, lanzando ramificaciones por aquí y por allá, amontonándose a veces contra una elevación del terreno y derramándose luego rápidamente sobre un valle recién hallado, tal como una gota de tinta se extiende sobre un papel secante.

Y más allá, del otro lado de las colinas azules que se elevan al sur del río, los relucientes marcianos marchaban de un lado a otro, derramando calmosa y metódicamente su nube ponzoñosa sobre la región y disipándola luego con chorros de vapor cuando había servido a sus fines. Después tomaban posesión del terreno así ganado. No parecen haber tenido la idea de exterminar, sino más bien la de desmoralizar por completo al pueblo y acabar con la oposición. Hicieron estallar todos los depósitos de pólvora que hallaron, cortaron los cables telegráficos y arruinaron las vías ferroviarias. Estaban cortando los tendones de la humanidad. Parecían no tener apuro en extender el campo de sus operaciones, y aquel día no pasaron de la parte central de Londres.

Es posible que un número considerable de gente se haya quedado en sus casas durante el lunes por la mañana. Es seguro que muchos murieron en sus hogares, sofocados por el humo negro.



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