La forja by Arturo Barea

La forja by Arturo Barea

autor:Arturo Barea [Barea, Arturo]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 1941-01-01T05:00:00+00:00


SEGUNDA PARTE

Capítulo I

La muerte

Por la mañana el tío tiene la costumbre de afeitarse. En camiseta, cuelga un espejo en un clavo hundido en la madera del balcón. En el cierre de la falleba ata el ojal del cuero de suavizar y sobre la mesa del comedor pone la bacinilla del agua caliente, la brocha, las navajas y unas hojas de papel cortado en cuadraditos, para quitar la espuma de jabón. Tiene unas navajas alemanas, grabadas en la hoja, con tres muñecos cogidos de la mano, como si cantaran en un coro. Las hojas están curvadas hacia adentro —vaciadas— y bailan en las cachas de cuero, tan delgadas que parece van a romperse. De las hojas sale un rabito curvado, como rabo de perro, en el que se apoya el dedo, dejando que el mango quede al aire, tieso.

Se llena la cara de jabón, un jabón que raspa él mismo de un bloque grande, y después coge la navaja en ángulo y comienza a afeitarse. La navaja suena en los pelos duros del cuello, y en la curva de la hoja se van amontonando las oleadas de espuma en rizos blancos, manchados de las rayitas negras de los pelos cortados. Cuando el montón es demasiado grande, limpia la hoja con un trozo de papel. Como por las mañanas entra el sol por el balcón, a veces da sobre el papel; y las burbujas de la espuma, de blancas se convierten en nácar. Me entretengo en arrancar las hojas de los dos o tres calendarios —aún con la fecha del día antes— que hay en la casa, y cuando da el sol en la espuma, hago un tubo con la hoja arrancada, lo hundo en la espuma y soplo despacito. Sube una catarata de pompas que se inflan y temblotean. Levanto una en la punta del tubo. Se pone azul, roja, morada, verde y naranja con la luz del sol. Hasta que estalla y me escupe en la nariz sus gotitas. A veces, en lo alto de la esfera hay un pelillo de barba que desde allí resbala hasta abajo, como si se cayera.

Le miro afeitarse, empinado el cuello muy serio ante el espejo. Me parecen un misterio sus pelos. ¿Por qué le salen pelos? ¿Por qué no tienen pelos las mujeres? A mí me saldrán un día pelos como ésos, pero a mi hermana no. A las chicas no les salen pelos. En camiseta, con los brazos arremangados, se desprende del tío un olor. Es el olor del hombre.

Está el tío José con la cabeza echada hacia atrás, la garganta tirante, mirando con el fondo del ojo. La navaja va de abajo arriba, cortando pelos y sonando. ¡Riss! ¡Riss! Se corta el ruido un momento y salta la sangre, brillante, por encima de la espuma blanca. Corre por el cuello abajo y forma un río con arroyitos en la camiseta. El tío se queda con la mano caída, la navaja colgando como rota, y con la otra mano se toca la herida.



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