La familia Cole 01 El médico by Gordon Noah

La familia Cole 01 El médico by Gordon Noah

autor:Gordon, Noah [Gordon, Noah]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 1985-12-31T23:00:00+00:00


40

LA INVITACIÓN

Todas las mañanas, Rob era despertado por el sol naciente que se colaba a través de la estrecha ventana de su habitación, arrancando reflejos dorados a los tejados de las casas delirantemente inclinadas del Yehuddiyyeh. La gente salía a la calle al amanecer: los hombres para asistir a las oraciones matinales en las sinagogas, las mujeres, presurosas, para atender los puestos del mercado o hacer las compras temprano, con el fin de conseguir los mejores productos del día.

En la casa vecina, al norte, vivía el zapatero Yaakob ben Rashi, su esposa Naoma y su hija Lea. Al otro lado habitaba el panadero Mizah Halevi, su mujer Yudit y tres hijas pequeñas. Rob llevaba pocos días en el Yehuddiyyeh cuando Mizah envió a Yudit a su casa con objeto de entregarle un pan redondo y chato para el desayuno, recién salido del horno. Fuera donde fuese en el Yehuddiyyeh, todos tenían una palabra amable para el judío extranjero que había ganado el calaat.

Era menos popular en la madraza, donde los estudiantes musulmanes nunca lo llamaban por su nombre y se complacían en tildarlo de Dhimmi, y donde hasta sus compañeros judíos lo llamaban europeo.

Si bien su experiencia como cirujano barbero no era admirada, le fue útil en el maristan, donde en tres días resultó evidente que sabía vendar, sangrar y entablillar fracturas sencillas con la misma habilidad que un graduado. Lo aliviaron de la faena de juntar lavazas y le asignaron tareas más relacionadas con el cuidado de los enfermos, lo que volvió un poco más soportable su vida.

Cuando preguntó a Abul Bakr cuales eran las azoras importantes entre las ciento catorce del Corán, no logró una respuesta concreta.

—Todas son importantes —dijo el gordo mullah—. Algunas son más importantes a juicio de un estudioso, y otras a juicio de otro estudioso.

—Pero no podré graduarme a menos que haya memorizado las azoras importantes. Si no me dices cuales son, ¿cómo puedo saberlo?

—Ah —respondió el profesor de teología—. Tienes que estudiar el Corán y Alá (¡exaltado sea!) te las revelará.

Sentía el peso de Mahoma sobre sus espaldas, los ojos de Alá siempre puestos en él. En el último rincón de la escuela estaba, inevitablemente, el Islam. En todas las clases había un mullah para cerciorarse de que Alá (¡grande y poderoso sea!) no fuera profanado.

La primera clase de Rob con Ibn Sina fue una lección de anatomía en la que disecaron un enorme cerdo, prohibido a los musulmanes como alimento, pero permitido para su estudio.

—El cerdo es un sujeto anatómico especialmente apto, porque sus órganos internos son idénticos a los del hombre —dijo Ibn Sina mientras cortaba diestramente el pellejo.

El animal estaba lleno de tumores.

—Estos bultos de superficie lisa no causarán ningún daño, con toda probabilidad. Pero algunos han crecido con gran rapidez…, como éstos. —Ibn Sina inclinó la pesada res para que pudieran observarlos mejor—. Estos agrupamientos carnosos se han apiñado hasta semejar la cabeza de una coliflor, y los tumores en coliflor son mortales.

—¿Aparecen en los seres humanos? —preguntó Rob.

—No lo sabemos.



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