La estación X by G. McLeod Winsor

La estación X by G. McLeod Winsor

autor:G. McLeod Winsor [Winsor, G. McLeod]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ciencia Ficción
editor: ePubLibre
publicado: 1920-12-31T23:00:00+00:00


CAPÍTULO XIII

LLEGA EL «SAGITTA»

Durante un espantoso momento el victorioso y el desesperado se miraron uno a otro.

La influencia psíquica del marciano iba turnando a su víctima impotente para oponerle su voluntad.

Empujó al profesor para sentarse él mismo al aparato. Ayudó a colocar los receptores en la cabeza del hombre atontado y golpeado horrorosamente. Mientras lo hacía sus manos temblaban, y él mismo vacilaba.

En aquel momento el profesor sintió como si repentinamente le quitaran un peso de encima, como si la opresión que mantenía su voluntad bajo el vasallaje de otro hubiera repentinamente desaparecido.

Levantó la vista. El rostro del marciano tenía la blancura de la muerte. Se bamboleó. Un momento después caía pesadamente al suelo. El espíritu podía ser invencible, pero el cuerpo humano que había invadido, y únicamente por medio del cual podía obrar en un plano material, había llegado al último extremo de resistencia, y se desvaneció.

El profesor se levantó de su silla y por un momento permaneció inmóvil. Después, viendo lo que había pasado esperó una vez más comprenderlo.

—Hughes —suspiró—, venga y ayúdeme a sujetar a este… a este loco, ¡antes de que recobren sentido!

Hughes dio un salto con ardor, muy dichoso de encontrarse libre de la inexplicable influencia que lo había tenido dominado. Fue por cuerdas y volvió a los pocos segundos. Entre el marino y el sabio hicieron unos nudos sólidos, que podían desafiar todos los esfuerzos del marciano. Después lo arrastraron hasta la habitación de Macrae y lo dejaron en él suelo.

—Voy a esperar hasta qué recobre el conocimiento —dijo el profesor—. Indudablemente usted podrá hacer el informe de todo lo que ha ocurrido.

Tan pronto como Hughes salió de la habitación, el profesor Rudge procedió a amordazar al marciano, tan sólidamente como lo había atado. No se había decidido aún a explicar a Hughes el estado real de la situación. Deseó ardientemente poder pensar siquiera durante un momento.

Esperó hasta que hubiera señales de conciencia, en el cuerpo que yacía en tierra… Entonces se alejó rápidamente, cerrando la puerta detrás de sí.

Volvió a la sala de aparatos y ovó el informe que Hughes… estaba redactando para el Almirantazgo. No trató de interrumpirle ni corregirle.

Mientras dedicaba la mitad de su atención al informé, el profesor estaba pensando si diría a Hughes toda la verdad o sólo parte de ella. Al fin decidió referirle todo.

Cuando Hughes terminó su mensaje, el profesor le advirtió que tenía algo que decirle. Comenzó por el principio, por la primera llegada de Macrae a la isla, y después fue contándole todo, palabra por palabra.

El profesor Rudge esperaba la sorpresa de Hughes, y hasta su incredulidad. Conforme avanzaba en su relato, vio con satisfacción crecer su sorpresa, y bajar su incredulidad. Al terminar oyó a Hughes con gran alegría decirle que él le hubiera creído cualquier cosa, aun lo más absurdo.

Aun lo más absurdo, porque este era el camino que iban tomando sus pensamientos.

—Y ahora, Hughes, la pregunta que se impone a todas es: ¿qué vamos a hacer?

Hughes permaneció silencioso, no atreviéndose a proponer ninguna solución.



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