La emperatriz de Lavapiés by Jorge F. Hernández

La emperatriz de Lavapiés by Jorge F. Hernández

autor:Jorge F. Hernández [Hernández, Jorge F.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2016-10-05T00:00:00+00:00


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Le dije que me gustaba el local, aunque en realidad no es más que un reducido cuarto repleto de barricas y botellas que parecen antiguas… En Madrid todo sitio público tiende a convertirse en casino y tertulia, me dijo Alfonso y tosió como si le hubiera hecho daño nuestra cabalgata en el frío. A veces, estos casinos no tienen más que un socio: en los bancos de los paseos, por ejemplo. Mas no importa, porque la tertulia va implícita en el curioso parlante, que la trae a cuestas por dondequiera, a modo de nuevo misterio teologal.

Sin duda se refería a nuestro primer encuentro y me honra que don Alfonso considere que soy un socio en la banca de su parque y me honra que me considere de su tertulia. ¡Cómo me encantaría que, de verdad, se hiciera una tertulia con Max, don Pío, Juan Ramón y don Alfonso! ¡Te imaginas lo mucho que aprendería yo nomás de estar oyéndolos! Además, si tuviera tertulia con todos juntos, estoy seguro de que reorientarían mejor mis pasos para dar con tu paradero, Carmen evasiva y reina de mis colores, que eres la única con la que he sostenido una tertulia de verdad, eres la única porque las charlas que tuvimos en los cafés de los exiliados en México las hacíamos como inquisiciones enamoradas, pero jamás nos dejaron participar con todos los derechos en las que eran sus tertulias.

Pero don Alfonso no me dio tiempo ni de mencionarle los nombres de mis otros amigos en blanco y negro, ni mucho menos proponerle mi deseo de participar en una tertulia. Como si los siete finos vinos que llevábamos apuntados con gis de pronto le hubieran inundado el intelecto, don Alfonso me miró fijamente y me dijo Amarás un objeto bello, una flor, un crepúsculo, una mujer o una canción, y el amor general de todos los objetos particulares harán que los ames sin desearlos, con perfecto desinterés: la flor se está bien en su tallo; el crepúsculo, en su tarde de otoño; la mujer en su sabroso misterio, la canción, en la vaguedad del aire. Y entonces irás descubriendo que amas en las cosas algo superior a las cosas: la belleza en sí. ¡Olé, el arte! ¡Poesía pura y don Alfonso dibujando una de las más bellas verónicas en la historia de mi torerísima vida! Te confieso que yo también ya traía los finos apuntados en tiza, pero en el centro de mi cerebro, y solo así me animé a confiarle la perfección de tu cuerpo, la monumentalidad de tus piernas, las indescriptibles curvaturas de tus senos y de tus nalgas… Y le dije lo que he aprendido a digerir con el paso de los años: Carmen de carne y hueso, perfecta y mexicana, española por adopción, te me volviste perfecta porque te convertiste en imagen, en imaginación impalpable, en un espectro que aun materializándose en mis brazos, aun sin tener un palacio de cristal, aun con el peso de tus años encima, serás mi Emperatriz de Lavapiés por el solo hecho de que te pienso.



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