La disolvencia del cine mexicano by Jorge Ayala Blanco

La disolvencia del cine mexicano by Jorge Ayala Blanco

autor:Jorge Ayala Blanco [Ayala Blanco, Jorge]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Cinematografía
editor: ePubLibre
publicado: 1991-02-15T00:00:00+00:00


La Pinzona, joven reventada de pueblito, cancionera instantánea de mirada lela, obligada a representar el eterno retorno de la tristeza baldía en ferias y palenques.

Así, abandonados y ofendidos, los personajes de El imperio de la fortuna zozobran entre cambios de naturaleza dramática que les impiden cualquier consistencia: el gallerito tímido y devoto se vuelve tahúr envilecido que se vuelve marido despótico que se vuelve padre genitalmente represivo; la cancionera machorrona se vuelve esposa rezongona pudriéndose en el encierro que se vuelve plasta etilizada y autista; la niña abandonada que acariciaba las caderas de una Venus se vuelve intimidada cantante púber que se vuelve promiscua absurda de grandes arracadas y espejo aburdelado sobre el lecho. Y la imaginación de Ripstein se buñueliza por encimita, sin virulenta piedad sardónica: hojas de elote a los pies de la difunta madre, similitud del gallero con gallo en brazos y la cancionera cargando rosas rojas, desentierro de la madre a pedazos en imágenes-choque, cantante bravía cual güereja desteñida haciendo la competencia, gallo de oro sobre cubiertas de manta y paseando ante el espejo roto (ojo con la simboliza premonitoria que hubiera asqueado al hosco aragonés).

Escribíamos en la presentación de El gallo de oro y otros textos para cine: más allá del vértigo del Amor y la Suerte, entre un gallero salido de la nada y una cancionera de ferias, se retorna a la nada, pero también fluye subterráneamente el eterno retorno de la libertad. ¿Qué resta de ese unitario sentido rulfiano? Despojos, caprichos azarosos. Ninguna sensación de vértigo. Una ausencia absoluta del amor, o una involuntaria glosa circular del dictum de Lacan «amar es dar lo que no se tiene a quien no es». La suerte se ha exorcizado mediante una eterna complacencia en la sordidez de motivaciones psicológicas y ambientes (pinchez de canciones y palenques, cogida en colchón meado, crepúsculo permanente del azar). Nadie sale ni retorna a la nada, pues la Nada se ha instalado como única posibilidad de vida. Y el flujo subterráneo de la libertad ha sido sustituido por la omnipresencia deleitosa de la esclavitud humana en tres polvosas películas-destino.

Érase una vez un azar con mala suerte, por caprichoso.



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