La diosa dorada by Elizabeth Peters

La diosa dorada by Elizabeth Peters

autor:Elizabeth Peters [Elizabeth Peters]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Histórico, Amelia Peabody
publicado: 2015-03-15T13:47:12+00:00


* * *

Emerson vio las cosas con más optimismo. Una vez a solas, algo más tarde, le conté la triste historia, sabiendo que su caballeroso corazón sería comprensivo con la situación de la muchacha. Y así fue; tras maldecir a Jamil con gran elocuencia, se calmó y dijo:

- Hemos eliminado ya a dos de los aliados del muchacho, pero ¿cuántos más pueden quedar?

- Puede que algunos de los más jóvenes. A unos cuantos no les importaría robar en una tumba. Por otro lado, ha demostrado que sabe tratar a las mujeres.

- Seleccionó una víctima que podía resultar particularmente receptiva a sus elogios -dijo Emerson curvando sus labios-, ¡Grrr! Y por lo que respecta a los hombres, lo que sucedió ayer puede que acabe con la posible influencia que pueda haber tenido sobre ellos. Ninguno de los gurnawis osaría verse involucrado en una tentativa de asesinato contra nosotros.

- Es muy posible que estés en lo cierto -asentí.

- Hay otro aspecto que no hemos considerado lo suficiente -prosiguió Emerson-. Jamil estaba confortablemente instalado; francamente, no me imagino a nuestro amigo abandonando su acogedora madriguera a menos que haya dispuesto ya un nuevo sitio donde esconderse.

- Eso también es verdad, pero no nos ayuda en nada -dije.

- Pensé que eras tú la que quería que viéramos las cosas por el lado bueno, Peabody. Hemos eliminado las ventajas con las que contaban, una tras otra, y sus continuos fracasos al tratar de hacernos daño le llevarán a dar un paso en falso tarde o temprano.

- ¿Como intentar asesinarnos de nuevo?

Emerson soltó una carcajada y me rodeó con su brazo.

- Justamente. Vamos abajo, es ya la hora del té. ¿Lo tomarán con nosotros los chicos?

- Si te refieres a Ramsés y Nefret, la respuesta es no. Les sugerí que, por una vez, lo tomaran a solas.

- ¿Por qué?

- La verdad, Emerson, es que tú eres la última persona que debería hacer una pregunta así.

- Ah-dijo Emerson.

- Jumana y Sennia nos harán compañía. Eso debería bastarte como entretenimiento.

Ambas estaban ya sentadas en la galería, muy juntas y, según parecía, disfrutando la una con la otra.

- ¡Mira lo que me ha dado Jumana! -gritó Sennia.

- A menos que el Museo se quede con ella -le advirtió Jumana.

- Sí, ya me lo has dicho, pero sé que el señor Quibell me dejará tenerla, es un hombre muy amable.

Se trataba de la pequeña estela con los dos gatos que había visto copiar a Bertie. Mientras yo la admiraba de nuevo, Emerson les dirigió a las dos una sonrisa llena de sentimentalismo. A Sennia no le gustaba demasiado Jumana, quizá porque la muchacha era una ferviente admiradora de Ramsés. Tenía que reconocerle el mérito de haberse sabido ganar la amistad de la pequeña: no hay nada como un regalo para atraerse el favor de un niño.

Fátima trajo el té en tanto que Emerson se sentaba con su pipa y empezaba a mirar el correo. Las cartas y los mensajes se habían acumulado durante varios días, así que yo empecé a



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