La clave Enoc by Enrique Villegas Becerril

La clave Enoc by Enrique Villegas Becerril

autor:Enrique Villegas Becerril
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Aventuras, Policial
publicado: 2012-01-01T00:00:00+00:00


IX

Dresde, 6 de junio de 2012

DE vuelta a casa, necesitaba pasar unos días de tranquilidad con Ester y los niños. Tanta información me había vuelto loco y necesitaba algún tiempo para procesarla. No es fácil ser un simple médico que hace su trabajo casi rutinariamente y que un día te despiertes con un sacro cometido entre manos, que probablemente el mismo Dios de los israelitas había querido que resolviera.

Por fin pude estar con mis hijos, con lo que mi nivel de estrés se redujo hasta poder ignorar a ratos aquella delirante historia de dioses, héroes mitológicos y conspiraciones bíblicas. Pero en ocasiones, aquel hilo argumental que se había instalado en mi cabeza tiraba de mi imaginación y seguía atando cabos y distrayéndome de nuevo hacia la composición de una leyenda en la que yo mismo era el protagonista.

El tercer día desde nuestra llegada a Dresde comenzaban las clases, con lo que la tranquilidad por la ausencia de los niños llegó por fin a casa. Ester me habló sobre una entrevista para un trabajo de docente en un instituto cercano, lo que me dio la mañana libre para volver a sumergirme en aquella odisea que parecía extraída de un antiguo autor de la Grecia clásica.

Todavía con una camiseta y en calzoncillos, cogí una bata para al menos cubrirme los hombros y bajar a la cocina para prepararme un café y espabilarme un poco. Hacía algo de fresco aún por las mañanas a pesar de ser ya junio, pero el sol comenzaba a entrar pidiendo paso impaciente a través de las rendijas de las persianas, y el ambiente con esa luz me recordaba los amaneceres y desayunos de mi infancia en el jardín de mi casa, junto a mi madre. Los tonos brillantes, casi rojizos de los rayos de sol, y el calor que al dejar la cara sobre ellos se percibía, me concedían la evocación de unos recuerdos que de nuevo hicieron que mis ojos se humedecieran. Mis padres, a ninguno de los cuales podría tener a mi lado nunca más, estaban ahora juntos, y no me tranquilizaba demasiado la idea de que el siguiente en esa mortal línea sucesoria sería yo.

Enfrascado en esos pensamientos, sonó el teléfono móvil en la planta superior; acudí a descolgar corriendo escaleras arriba tirando en un primer empujón el café sobre la encimera de la cocina. Cuando llegué aún seguía vibrando sobre mi mesita de noche, pero el remitente de la llamada había desistido de su intención.

Cogí el teléfono y miré el listado de llamadas perdidas. Era Magnus, seguramente con información nueva sobre los datos de ADN o quién sabe… Magnus era imprevisible. Sin más esfuerzo, pulsé el botón de rellamada y apenas un tono después escuché su voz.

—¡Profesor Cohen! ¿Qué tal el fin de semana?… ¿Ha descansado?

Ese tipo de interrogatorios eran frecuentes en él. No daba tiempo a contestar una pregunta cuando ya te había golpeado con otra, y sin cesar una más. Típico de los caracteres extrovertidos como el suyo. Mi cara, sin



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