La ciudad y las estrellas (trad. de López y Zilli) by Arthur C. Clarke

La ciudad y las estrellas (trad. de López y Zilli) by Arthur C. Clarke

autor:Arthur C. Clarke
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ciencia ficción
publicado: 1956-01-01T00:00:00+00:00


13

El Maestro había llegado a la Tierra durante el caos de los Siglos de Transición; entonces, el Imperio Galáctico se estaba derrumbando, pero aún no se habían cortado por completo las líneas de comunicación entre las estrellas. Era de origen humano, aunque provenía de uno de los planetas que circundaban los Siete Soles. Siendo aún joven lo habían forzado a abandonar su mundo natal, y ese recuerdo lo persiguió durante toda la vida. Atribuía su destierro a la venganza de ciertos enemigos; en realidad, sufría de una enfermedad incurable que parecía atacar sólo al homo sapiens entre todas las razas inteligentes del universo. Esa enfermedad era la manía religiosa.

En los comienzos de su historia, la raza humana había dado origen a una interminable sucesión de profetas, videntes, mesías y evangelistas; cada uno se creía único depositario de los secretos del universo, y convencía de ello a sus seguidores. Algunos de esos credos perduraron durante muchas generaciones e influenciaron a grandes multitudes; otros cayeron en el olvido.

El desarrollo científico, en su monótona regularidad, refutó las cosmologías de los profetas y logró milagros nunca igualados por éstos; con el correr del tiempo, barrió con todos los credos. No destruyó, en cambio, el respeto, la reverencia ni la humildad con que todos los seres inteligentes contemplaban el magnífico universo en donde vivían. Pero debilitó hasta la desaparición las incontables religiones que se proclamaban, con increíble arrogancia, únicas poseedoras de la verdad, rechazando por equivocadas a sus millones de rivales y predecesoras.

Una vez que la humanidad alcanzó una civilización muy elemental, las iglesias perdieron el poder real. Aun así continuaron brotando cultos aislados a través de los siglos; por fantásticos que fueran, siempre lograban atraer a algunos discípulos. Prosperaban especialmente durante los períodos de confusión y desorden, y no fue sorpresa que los siglos de Transición experimentaran el apogeo de la irracionalidad. Cuando la realidad era deprimente, los hombres trataban de consolarse con los mitos.

El Maestro no abandonó su mundo desprovisto de recursos. Los Siete Soles habían sido el centro del poder y de la ciencia galácticos, y él debía tener amigos influyentes. Había recorrido su Hégira en un vehículo pequeño pero veloz, considerado el más rápido de cuantos se construyeran. Llevó consigo al exilio a otro de los últimos productos de la ciencia galáctica: el robot que seguía vigilando a Alvin y a Hilvar.

Nadie había llegado a conocer todas las habilidades y funciones de la máquina. Hasta cierto punto, se había convertido en su alter ego; sin él, la religión de los Grandes pudo haber sucumbido tras la muerte del Maestro. Juntos habían vagado entre las nubes estelares, en un curso zigzagueante que al fin los llevó (no por mera casualidad, sin duda) a aquel mundo que diera origen a los antepasados del Maestro.

Aquella saga dio tema para miles de libros, y cada obra inspiró una serie de comentarios, hasta que, por una especie de reacción en cadena, los volúmenes originales se perdieron bajo montañas de exégesis y anotaciones. El Maestro se había detenido en diversos planetas, y contaba con discípulos entre todas las razas.



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