La ciudad de las ratas by Emily Rodda

La ciudad de las ratas by Emily Rodda

autor:Emily Rodda [Rodda, Emily]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2000-01-01T00:00:00+00:00


10. El Agujero

Un pensamiento ardía en la mente de Lief con más intensidad que todos los demás. Algún terrible peligro realmente acechaba dentro de la oscuridad del Agujero, porque de lo contrario Reece no estaría sonriendo triunfalmente mientras empujaba a sus prisioneros hacia él.

Barda y Jasmine sin duda habían llegado a la misma conclusión. La joven gritaba, arañando vanamente las gruesas vestiduras del ra-kachar. Barda intentaba no moverse de donde estaba, rodeándose la cabeza con los brazos para protegerla.

El látigo de cuero silbaba malévolamente junto a las orejas de Lief. Éste retrocedió tambaleándose y trató de volverse, los ojos llenos de lágrimas debido al dolor. El látigo chasqueó de nuevo y la sangre caliente empezó a correr por el cuello y los hombros de Lief. La oscuridad del Agujero aguardaba justo delante de él…

Entonces se oyó un golpe sordo. Y de pronto cesaron los chasquidos del látigo y las punzadas de dolor.

Lief se volvió de inmediato.

Tira se hallaba inmóvil tras el cuerpo de Reece, que yacía en el suelo. La puerta de la cocina estaba abierta de par en par detrás de ella. La mano izquierda de la joven aferraba las armas de los tres compañeros; la derecha, la sartén de freír que había cogido del estante de la cocina y que acababa de utilizar para golpear a Reece en la cabeza.

Dejando escapar un jadeo de horror ante lo que había hecho, Tira arrojó violentamente la sartén lejos de ella. El utensilio chocó contra las piedras con un estruendo metálico.

Lief, Barda y Jasmine corrieron hacia ella y tomaron sus armas de las manos de Tira. La sirvienta parecía estar paralizada por el estupor. Había acudido en su defensa sin pensar en lo que hacía, pero era evidente que al atacar a un ra-kachar había cometido un terrible crimen.

—¡Barda! —susurró Jasmine apremiantemente, y señaló con el dedo el picaporte de la puerta roja, que estaba girando.

Barda se abalanzó sobre la puerta y se apoyó contra ella con todas sus fuerzas. Jasmine añadió su peso al suyo. Entonces se inició una furiosa sucesión de golpes y la puerta se estremeció.

—¡Corre, Tira! —musitó Lief—. ¡Vete! Olvida que esto ha ocurrido.

Tira lo miró con los ojos abiertos desorbitadamente. Lief la condujo a toda prisa hacia la puerta de la cocina, la empujó por el hueco y corrió el pestillo detrás de ella. Los ra-kachar que trataban de derribar la puerta roja ya no contarían con la ayuda de las gentes de la cocina y, con un poco de suerte, Tira podría llegar a la escalera y subir hasta la pasarela sin ser vista.

Se volvió justo a tiempo de ver cómo Barda y Jasmine caían al suelo y la puerta roja se abría de golpe. Se apresuró a ir en ayuda de sus amigos, y en ese momento, tres ra-kachar cargaron por la abertura. Aunque habían sido bruscamente arrancados de su sueño, iban vestidos con sus trajes, sus guantes y sus botas rojas, y llevaban la cabeza y el rostro cubiertos.

Sus ojos ardían de rabia mientras irrumpían en la pequeña habitación.



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