Odisea (v. Carlos García Gual) by Homero

Odisea (v. Carlos García Gual) by Homero

autor:Homero [Homero]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras, Bélico, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 0699-12-31T16:00:00+00:00


»Así decían desplegando su bella voz. Y mi corazón anhelaba escucharlas, y ordenaba a mis compañeros que me desataran haciendo gestos con mis cejas. Ellos se curvaban y bogaban. Pronto se pusieron en pie Perimedes y Euríloco y vinieron a sujetarme más firmemente con las sogas. Cuando ya las hubimos pasado y no escuchábamos más ni la voz ni la canción de las Sirenas, al punto mis fieles compañeros 200 se quitaron la cera con que les había yo taponado los oídos, y me libraron de las cuerdas.

»Mas cuando dejamos ya atrás la isla, de pronto avisté una humareda y un salvaje oleaje y oí su estrépito. A los demás, aterrados, se les cayeron los remos de las manos, y chasquearon las palas sobre el flujo marino. Allí se detuvo la nave, cuando los brazos dejaron de mover los torneados remos. Yo entonces iba por el barco y animaba a mis compañeros con palabras de aliento, acercándome a cada remero:

»“¡Eh, amigos, que no somos para nada inexpertos en desdichas! Ésta no es, desde luego, mayor que 210 cuando el cíclope nos encerró en su cóncava cueva con espantosa brutalidad. Y, bien, de allí también con mi valor, mi astucia y mi decisión escapamos, y confío que de esto también podremos acordarnos. Ahora, venga, manos a la obra todos tal como yo os diga. Vosotros con las palas del remo batid la hondonada rugiente del mar, apostados junto a los escálamos, a ver si Zeus nos concede escapar de la muerte y salvarnos. A ti, timonel, te digo esto y tú guárdalo en tu ánimo, ya que gobiernas el timón de la cóncava nave. Mantén 220 el barco lejos de ese humo y oleaje, y bordea con cuidado los riscos, que no se te desvíe el rumbo y nos precipites en la destrucción”.

»Así dije, y ellos obedecieron al punto mis órdenes. Aún no les conté nada sobre Escila, inevitable calamidad, no fuera que, aterrorizados, mis compañeros dejaran los remos y se ocultaran todos juntos allí dentro. Conque me olvidé de la angustiosa advertencia de Circe, cuando me aconsejó que no aprestara mis armas para nada. Entonces yo revestí mis armas famosas y, tomando en mis manos dos lanzas, avancé hacia el puente del navío en la proa. Pensaba que desde allí 230 vería aparecer a Escila en la roca, portadora de muerte para mis compañeros. Pero no pude atisbarla de ningún modo. Se me fatigaron los ojos de escrutar por todos lados la brumosa roca.

»Navegábamos entre sollozos a través del estrecho paso. A un lado Escila. Y, por el otro, la divina Caribdis comenzó a sorber espantosamente el agua salina del mar. Cuando luego la vomitaba de nuevo, como un caldero sobre el intenso fuego, borboteaba con fieros remolinos, y por arriba la espuma bañaba las cimas de ambos escollos. Cada vez que absorbía el agua 240 salina del mar se divisaba en el fondo un remolino ululante, y en torno a la roca resonaban escalofriantes mugidos, y allá abajo se dejaba ver la tierra de arena negra.



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