El asesinato de la profesora de ciencias by Jordi Sierra i Fabra

El asesinato de la profesora de ciencias by Jordi Sierra i Fabra

autor:Jordi Sierra i Fabra [Sierra i Fabra, Jordi]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2013-12-31T16:00:00+00:00


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Esto sí es un juego. ¡Y muy divertido! Tiene que ver con la física, aunque no os lo parezca. Pensad, y recordad alguna de las clases que hemos tenido. La clave está ahí. Aquel día, en clase, lo pasamos muy bien.

Pinchad el interrogante y preparaos. Pero os advierto: el tiempo es limitado y… Venga, venga, pinchad.

?

—Venga, pincha —Max apremió a Jorge.

—Espera, espera —detuvo su impaciencia—. Dice que el tiempo es limitado y eso me da mala espina. Vamos a resolver primero lo de la letra.

—Vale —le apoyó Petra.

—Bueno, yo os dejo solos. —Se apartó Casimiro—. Ya veo que tenéis para un ratito. Estoy ahí afuera si me necesitáis. A veces, el ordenador de mi hijo se cuelga.

—Solo faltaría eso —murmuró entre dientes Jorge.

Le había dicho a Petra que estaba bien, pero un hormigueo en el estómago sí sentía.

Apretó los dientes.

La profesora Fernanda no se saldría con la suya.

Le había destrozado el laboratorio, sí, pero eso tenía arreglo. Si los asesinaba, no.

—Yo ya tengo seis que sé que son de verdad —le devolvió al presente Petra.

—Yo también —dijo Max.

Jorge se concentró en los diez autores con sus correspondientes libros.

—Jules Verne es de verdad —comenzó Petra—. Y lo mismo J. K. Rowling, Lewis, Tolkien, Laura Gallego y Jordi.

—A Laura y a Jordi los leímos el año pasado, cierto —estuvo de acuerdo Max.

—Yo he visto le película 2001: una odisea espacial, así que aunque no sé el nombre del autor del libro, también será verdad —apuntó Jorge.

—¿Y esa de Yo, robot? —señaló Petra—. ¿No fue también una película de Will Smith? Yo creo que la vi por la tele hace dos o tres años.

—¡Claro, lo de las leyes de la robótica que nos contó la profesora! —se animó Max.

—Pues ya tenemos ocho —dijo Jorge—. Nos queda ese del nombre espantoso y el del título estrambótico.

El del nombre espantoso era Giorgios Szytzywykpzy. El del título estrambótico, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?

—¿Alguien puede llamarse Giorgios… todo eso? —dudó Max.

—¿Y alguien puede escribir una novela titulada Sueñan los androides con ovejas eléctricas? —se agitó Petra.

Jorge intentó pensar.

Si escogían al del nombre raro, la letra con la que empezaba la última palabra del título del libro era una M. Si escogían al del título raro, la letra era una E.

—¿Y si al final, al formar la palabra, probamos con las dos, la M y la E? —propuso.

—Yo no me arriesgaría —dijo Petra—. Pueden salir dos cosas muy distintas.

—Oíd —bajó la voz Max—. Estamos solos, y tenemos un ordenador. ¿Por qué no lo buscamos?

—Porque luego Fernanda puede venir a ver la memoria y encontrar las webs por las que hemos navegado —advirtió Jorge.

—Sí, pero ya estaremos salvados —insistió Max.

A sus espaldas oyeron la tos de Casimiro.

Parecía vigilarles.

Volvieron a mirar aquellos dos nombres.

Un escritor tan impronunciable que parecía de verdad y un título tan extravagante que…

—Yo me quedo con el título —se lanzó Petra.

—Yo con el nombre —repuso Max.

Jorge cerró los ojos, levantó la cabeza y volvió a abrirlos.

Se quedó mudo.

Porque le respuesta estaba allí, delante de sus propios ojos atónitos.



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