La Celestina by Fernando De Rojas

La Celestina by Fernando De Rojas

autor:Fernando De Rojas [De Rojas, Fernando]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Teatro, Sátira
editor: ePubLibre
publicado: 1951-12-31T16:00:00+00:00


ACTO NOVENO

ARGUMENTO DEL NOVENO AUTO

Sempronio y Pármeno van a casa de Celestina, entre sí hablando. Llegados allá, hallan a Elicia y Areúsa. Pónense a comer. Entre comer riñe Elicia con Sempronio. Levántase de la mesa. Tórnanla a apaciguar. Estando ellos todos entre sí razonando, viene Lucrecia, criada de Melibea, llaman a Celestina que vaya a estar con Melibea.

SEMPRONIO, PÁRMENO, ELICIA, CELESTINA, AREÚSA, LUCRECIA

SEMPRONIO.- Baja, Pármeno, nuestras capas y espadas, si te parece que es hora que vamos a comer.

PÁRMENO.- Vamos presto. Ya creo que se quejarán de nuestra tardanza. No por esa calle, sino por estotra, porque nos entremos por la iglesia y veremos si hubiere acabado Celestina sus devociones. Llevarla hemos de camino.

SEMPRONIO.- A donosa hora ha de estar rezando.

PÁRMENO.- No se puede decir sin tiempo hecho lo que en todo tiempo se puede hacer.

SEMPRONIO.- Verdad es; pero mal conoces a Celestina. Cuando ella tiene que hacer, no se acuerda de Dios ni cura de santidades. Cuando hay que roer en casa, sanos están los santos; cuando va a la iglesia con sus cuentas en la mano, no sobra el comer en casa. Aunque ella te crió, mejor conozco yo sus propiedades que tú. Lo que en sus cuentas reza es los virgos que tiene a cargo y cuántos enamorados hay en la ciudad y cuántas mozas tiene encomendadas y qué despenseros le dan ración y cuál lo mejor y cómo les llaman por nombre, porque cuando los encontrare no hable como extraña y qué canónigo es más moro y franco. Cuando menea los labios es fingir mentiras, ordenar cautelas para haber dinero: por aquí le entraré, esto me responderá, estotro replicaré. Así vive ésta que nosotros mucho honramos.

PÁRMENO.- Más que eso sé yo; si no, porque te enojaste estotro día cuando lo dije a Calisto, no quiero hablar.

SEMPRONIO.- Aunque lo sepamos para nuestro provecho, no lo publiquemos para nuestro daño. Saberlo nuestro amo es echarla por quien es y no curar de ella. Dejándola, vendrá forzado otra, de cuyo trabajo no esperemos parte, como de ésta, que de grado o por fuerza nos dará de lo que le diere.

PÁRMENO.- Bien has dicho. Calla, que está abierta la puerta. En casa está. Llama antes que entres, que por ventura están envueltas y no querrán ser así vistas.

SEMPRONIO.- Entra, no cures, que todos somos de casa. Ya ponen la mesa.

* * *

CELESTINA.- ¡Oh mis enamorados, mis perlas de oro! ¡Tal me venga el año cual me parece vuestra venida!

PÁRMENO.- ¡Qué palabras tiene la noble! Bien ves, hermano, estos halagos fingidos.

SEMPRONIO.- Déjala, que de eso vive. Que no sé quién diablos le mostró tanta ruindad.

PÁRMENO.- La necesidad y pobreza, la hambre. Que no hay mejor maestra en el mundo, no hay mejor despertadora y avivadora de ingenios. ¿Quién mostró a las picazas y papagayos imitar nuestra propia habla con sus arpadas lenguas, nuestro órgano y voz, sino ésta?

CELESTINA.- ¡Muchachas!, ¡muchachas!, ¡bobas! Andad acá bajo, presto, que están aquí dos hombres que me quieren forzar.

ELICIA.- ¡Mas nunca acá vinieran! ¡Y mucho convidar con tiempo! Que ha tres horas que está aquí mi prima.



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