La Caverna De Hielo Negro by J. V. Jones

La Caverna De Hielo Negro by J. V. Jones

autor:J. V. Jones [Jones, J. V.]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
publicado: 2011-01-19T23:00:00+00:00


______ 16 ______

El paso Ganmiddich

Sarga Veys estaba tumbado bajo el saliente formado por una repisa de pizarra comprimida y combada. Las enormes lenguas de glaciar que en una ocasión se habían extendido desde los Territorios Desgajados hasta las colinas de la Amargura habían removido bloques enteros del lecho de rocas de la tierra al retirarse. Incluso entonces, después de miles de años, la violencia de la retirada del glaciar podía observarse aún en ciertos lugares. Las laderas septentrionales de las colinas de la Amargura, justo debajo del paso Ganmiddich, eran uno de tales puntos. Unos cuantos liqúenes habían hundido los garfios de sus raíces en la dura costra vitrea, pero ni árboles ni matorrales de ninguna clase habían conseguido germinar en medio de las rocas. El viento les habría arrancado la parte superior en un instante.

Envuelto en mantas tejidas con la más suave lana de cabra, Veys soportaba el azote del viento. Capuz había incrustado su fuerte y carnoso cuerpo detrás de la espalda del hechicero, reclamando el refugio más profundo ―la grieta situada justo debajo del saliente― para sí. Al otro le angustiaba la cercanía del soldado, repelido por su propia reacción física al cuerpo caliente y resollante situado junto a él.

Ni se le ocurrió moverse, no obstante. Allí, tumbado bajo una placa rota de pizarra, fingiendo dormir bajo la tormenta, podía vigilar con atención a Marafice Ocelo y a Asarhia Lindero.

Tras despedirse de lord Perro el día anterior, Marafice Ocelo había hecho viajar a su grupo de once jinetes toda la noche. En Ille Espadón habían adquirido un poni de repuesto para transportar el cuerpo drogado de la muchacha de vuelta a Espira Vanis, pero Cuchillo había decidido llevar a la joven él mismo en su montura, pues estaba decidido a ir lo más deprisa que pudiera.

―Quiero dejar atrás el tufo de la endogamia de los clanes ―había dicho, y Veys se sintió inclinado a darle la razón.

Una tormenta que descendía atronadora del norte había detenido su viaje dos leguas antes de llegar al desfiladero. En un principio, Cuchillo había intentado viajar con ella, declarando que ninguna tormenta de los clanes podía retrasar a un camarada de la guardia. No obstante, cuando una infernal ráfaga de viento había arrancado las alforjas de la grupa de su caballo, no había tenido más opción que comerse sus palabras y ordenar un alto.

Habían acampado en una profunda torrentera rocosa situada entre dos repisas opuestas de pizarra. Veys supuso que era el mejor lugar que se podía encontrar bajo aquellas circunstancias y no había perdido tiempo en delimitar su propia reivindicación de terreno bajo el saliente más estrecho y menos deseable. Había supuesto que nadie estaría dispuesto a compartir el espacio con él; sin embargo, Capuz había encontrado divertido introducirse como pudo en la oscura y mal ventilada cavidad situada a su espalda.

―Mientras permanezca detrás de él y no sea él quien esté a mi espalda, considero que estaré a salvo.

Grandes carcajadas habían acompañado la declaración del soldado, y Veys había notado el calor de su rostro en la oscuridad.



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