La cautiva by Corín Tellado

La cautiva by Corín Tellado

autor:Corín Tellado [Tellado, Corín]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 1961-01-01T05:00:00+00:00


VIII

Al alzar los párpados y ver a Evie se le iluminaron los ojos.

—¡Evie! —exclamó fervorosamente—. ¡Tanto como he clamado por usted estos días de horrible cautiverio!

La camarera esbozó una tenue sonrisa. Inclinóse hacia el lecho y dijo, con súbita ternura:

—He intentado verla más de una vez, pero los centinelas me cortaron el paso. Esta mañana he recibido orden de ponerme a su disposición —y más bajo, añadió—: Están ocurriendo cosas en palacio que no han ocurrido jamás. Esta cámara nunca ha sido ocupada por mujer alguna, y ayer le fue destinada a usted por el propio soberano. Las esposas de Su Alteza tienen a sus órdenes varias camareras, pero no una sola para su exclusivo servicio, y, en cambio, usted… ¿Se está convirtiendo en la favorita más amada del soberano?

Kelly sentóse en él lecho y apartó los rizos alborotados que se le venían a la frente. Había recuperado fuerzas, y sus ojos tenían de nuevo aquel brillo cegador que iluminaban todo cuanto de hermoso había en su físico y en su espíritu. Un rosado color teñía suavemente sus mejillas, y la boca que había sido besada a la fuerza la noche anterior, se plegaba en una suave sonrisa.

—Me siento reconfortada —susurró—. Hay algo dentro de mí —añadió soñadora—, como una luz que ilumina mi espíritu y me infunde valor para seguir luchando. Y no, Evie, no soy la favorita de tu señor ni lo seré nunca. Podré fregar los suelos de este palacio, calzar al soberano, peinar sus cabellos, planchar su túnica, convertirme en un instante en criada del peor soldado de la guardia real, pero no iré contra mis principios morales y, por tanto, nadie será capaz de doblegar mi fortaleza moral. Seré un ser miserable, vil, me pisotearán, me arrancarán la piel, me dejaré devorar por los bichos que subían y bajaban por las paredes de aquella horrible celda, pero… le otro, no, nunca jamás.

Evie la contemplaba con admiración.

—Kelly —susurró—, no habrá nadie capaz de salvarte de este destino. Apruebo tu modo de pensar, pero nada conseguirás, pese a tus propósitos… Y perdona que te tutee, ¡eres tan niña para mi experiencia!

—Agradezco que me tutee —dijo Kelly muy bajo, al tiempo de tirarse de la cama y buscar a tientas las chinelas—. Desde hace muchos años, muchos, ¡qué sé yo cuántos!, no he sentido una estimación verdadera.

Y mientras Evie la ayudaba a bañarse, le refirió toda su vida. Desde que falleció su madre y luego su padre, y se vio sola en un pensionado aristocrático de París, hasta que llegó a Grotinelde, dispuesta a regresar más tarde a París.

Evie la escuchaba en silencio. La frotó con la felpa, la perfumó y cuando iba a ayudarla a vestirse, Kelly pidió:

—Mi ropa, Evie. Esa túnica, no.

—Tu ropa ha desaparecido. Tal vez haya sido quemada. Te advierto que no volverás a verla jamás.

—¿Y he de vestir así?

—Mientras vivas en palacio, desde luego.

—Evie…, ¿no hay forma de huir?

La camarera movió la cabeza, denegando. En su bondadoso semblante se plasmaba una tristeza infinita.

—Salir de aquí es fácil —dijo—.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.