La canción de Liam by Myranda Wolf

autor:Myranda Wolf
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Romántico
publicado: 2016-05-24T22:00:00+00:00

Capítulo Trece

-Liam-

Me había olvidado lo que se sentía tocar frente a una multitud enardecida. Y lo alocado que puede ser el público americano. Las entradas se agotaron en un par de días y el lugar estaba a punto de estallar. Después de casi un mes encerrado en el estudio de grabación tocar en vivo frente a una audiencia es un cambio agradable.

Y toda una ayuda para quitarme de la mente a Eddie Wyldfire.

Aunque no por mucho tiempo; logreé evitarlo durante los ensayos pero era inevitable que iba a tener que compartir las dos horas de show con él. No importa, mientras no tenga que hablarle; él va a estar cantando y haciendo su numerito de chico malo del metal y yo voy a estar en un rincón tocando mis solos. En momentos como este, me doy cuenta lo importante que es la música para mí. No sé de donde sacaría valor para compartir escenario con Eddie de no ser por la fuerza que me da la música.

Unos minutos antes de empezar a tocar, me cruzo con él en los camerinos. No intercambiamos una sola palabra. Unas maquilladoras están esforzándose en cubrir el ojo morado que le dejé hace unos días. Todavía no puedo creer que lo golpeé. Tomo mi guitarra favorita y me dirijo al escenario. Otra vez, elegí mi Fender Stratocaster blanca. ¿Por qué lo hice? ¿Por qué elegí mi mejor guitarra para mi único show con Eddie Wyldfire, una noche que voy a querer olvidar por el resto de mi vida? Tal vez una parte de mí no quiere olvidar a Eddie…

Las luces se apagan y la multitud ruge. Los fuegos artificiales anuncian que la mejor banda de glam metal abre su primer show en New York. La gente grita aún más fuerte y Tommy, Lou, Vince y yo comenzamos a tocar. Realmente extrañaba esto; es como si me hubiese subido a una máquina del tiempo y estuviese de nuevo en el escenario con Mick Ashburn.

Luego Eddie comienza a cantar y recuerdo que él no es Mick. El despertó cosas en mí que creía que dormirían por siempre. Ahora escucho su voz alcanzando las notas más perfectas, y siento un dolor increíble en el pecho. Me cuesta concentrarme en mi guitarra cuando él está tan cerca de mí contoneándose con esos ajustados pantalones de cuero. Es imposible no recordar el peso de su cuerpo sobre el mío, sus labios besando mi cuello y su polla llenándome. Pero lo que nunca olvidaré es como me miró luego, como sus ojos parecían sonreír antes de besarme.

Lo observo mientras canta. Su pasión es contagiosa, y la gente corea cada una de sus canciones, tanto las viejas como las nuevas. Sus ojos brillan, llenos de vida, de alegría. La música es su vida. No lo había notado antes, pero este es un Eddie muy diferente del quiso echarme a patadas del estudio hace un mes. Su energía vibrante es muy distinta a la apatía del hombre que llegaba borracho al estudio cinco horas más tarde de lo previsto.

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