La canción de cazarrabo by Tad Williams

La canción de cazarrabo by Tad Williams

autor:Tad Williams [Williams, Tad]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: - Divers
publicado: 1984-12-31T23:00:00+00:00


18

Supe que el día fatal estaba muy cerca. Por la

mañana, el sol brilló sin fuerzas sobre nuestras

cabezas y por la noche se hundió en una nube

oscura, como si fuera una bola de fuego.

Black Hawk

Otro impacto estremecedor devolvió a Fritti al mundo real. Magullado y exhausto, permaneció acostado con los ojos cerrados. Podía sentir la lluvia fría que caía sobre él, deslustrándole el pelaje. El súbito empujón —¿lo habían empujado o dejado caer?— le había vaciado todo el aire del pecho. Mientras llenaba los pulmones otra vez, percibió un aroma que lo estremeció: a tierra fría y sangre salada, además de un penetrante olor animal. Sus músculos se tensaron de forma involuntaria, y sintió un dolor tan fulminante en la espalda y los hombros que tuvo que contenerse para no gritar.

Por fin abrió un ojo, muy despacio y con cautela, pero lo cerró de inmediato cuando la fría agua de lluvia lo inundó. Después de un instante, lo intentó una vez más. Más allá de su propio hocico brumoso reconoció la cara triste y manchada de Comebichos, que estaba postrado en el suelo cerca de él. Por encima del lomo arqueado de Comebichos, también alcanzó a distinguir la cola peluda de Saltarín.

—Bueno, te dije que el pequeño gusano se despertaría. Ahora podrá cargar con su propio peso.

Cazarrabo no pudo evitar mirar hacia el sitio de donde venía aquella voz, muy cerca de su cabeza. Había hablado en el Canto Supremo con un estilo extraño y entrecortado, lleno de notas disonantes y barboteos. Los sonidos guturales resonaban con violencia. Con las orejas pegadas contra la cabeza, Cazarrabo se volvió muy despacio para mirar por encima de su hombro. Unos seres enormes y terribles se cernían amenazantes sobre él.

Los tres gatos miraron a Fritti y sus compañeros que yacían sobre la tierra húmeda. Eran tan grandes como Cazador Diurno y Cazador Nocturno, los camaradas de Saltavallas, pero tenían un aspecto muy distinto. Había algo antinatural en ellos; no eran como debían ser los miembros de la Comunidad. Tenían rostros similares a los de las serpientes, con frentes planas y anchas mejillas, y sus orejas estaban más atrás de lo normal. Tres pares de ojos, grandes y hundidos, lo contemplaban desde estas caras, llenos de un inquietante fuego. Los musculosos cuerpos eran nudosos, con extremidades largas y fuertes que acababan en patas espatuladas con... garras rojas, ganchudas uñas del color de la sangre.

Cazarrabo sintió que el corazón se le desbocaba de terror. Una de las bestias se le acercó, con un destello en sus extraños ojos. Al igual que los otros dos, su pelaje era de color negro tizne, con algunas manchas más claras en la barriga.

—Levántate, me'mre —gruñó—. Ya te hemos arrastrado bastante. De ahora en adelante andarás como es debido, o tendrás oportunidad de comprobar el filo de mis dientes. —Dejó al descubierto unos colmillos como púas—. ¿Lo comprendes?

Con estas palabras, la criatura se inclinó junto a Cazarrabo. Su aliento olía a carroña. Fritti sintió un nudo de terror desde la garganta al estómago y apenas pudo mover la cabeza con debilidad.



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