La última promesa by Richard Paul Evans

La última promesa by Richard Paul Evans

autor:Richard Paul Evans
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
publicado: 2010-09-21T22:00:00+00:00


CAPÍTULO 15

«Non si può dettar leggi al cuore.»

«No se pueden hacer leyes que gobiernen el corazón.»

Proverbio italiano

«He pasado el día en Arezzo con Eliana. Incluso entre tanta pompa y boato me ha costado apartar la vista de ella. Espero que no se haya notado demasiado.»

Diario de Ross Story

El teléfono de Ross sonó hacia las ocho. Estaba esperando la llamada de Eliana.

—Pronto.

—Ross, soy Eliana.

—Ciao, bella.

—Ciao. ¿Te he despertado?

—No, ya he salido a correr.

—Si sigue en pie la invitación, nos gustaría ir hoy contigo.

—Magnífico, tenía la esperanza de que vinierais.

—He pensado que podría preparar un picnic para cenar.

—No hace falta que te tomes tantas molestias.

—No es ninguna molestia. Hay un mirador precioso justo pasado Incisa.

—¿Qué puedo llevar?

—Tu propia presencia. ¿Cuándo crees que deberíamos salir?

—Alrededor de las doce.

—Pasaremos a buscarte. Ciao.

—Ciao.

Eliana y Alessio llamaron a la puerta de Ross poco antes de las doce. Con las dos manos, ella sostenía frente a ella una gran cesta de picnic de mimbre. El día era soleado y llevaba unas elegantes gafas de sol italianas y una camiseta sin mangas de color carmesí con pantalones cortos a juego, que resaltaban sobre su piel bronceada. Llevaba unas sandalias atadas con un lazo por encima de los tobillos. Sin duda, había heredado el gusto estético de los italianos. Siempre que la veía tenía un aspecto distinto. Era como una obra de arte; cada vez veía algo nuevo en ella; cada vez veía el mismo cuadro de un modo distinto, una perspectiva que le pertenecía únicamente a él.

—Hola, Alessio.

—Hola, señor Story.

El niño iba vestido con unos tejanos cortos que le llegaban por debajo de las rodillas y una camiseta gris con la palabra «ciao» en grandes letras negras en su parte delantera. También llevaba una pequeña mochila, aunque su accesorio más destacado era la amplia sonrisa de su rostro.

—¿Podemos llevar el balón de fútbol?

Ross sonrió a Eliana.

—Por supuesto —contestó dando un paso al frente para ayudarla—. Dame, deja que coja eso. —La liberó de la cesta.

—Gracias. Pesa un poco.

Atravesaron el patio andando. Eliana le abrió a Ross el maletero del coche. Él puso la cesta en el interior y ella le pasó las llaves de su vehículo. Ross le abrió la puerta mientras Alessio tiraba su mochila en el asiento trasero del coche y entraba a continuación. Nada más llegar a la autopista, el niño empezó a dibujar.

Ross le lanzó una mirada por el espejo retrovisor.

—¿Serás artista como tu madre? —inquirió.

—Sí —contestó sin levantar la vista.

Eliana sonrió.

Tres cuartos de hora después salieron de la autopista y se dirigieron al este hacia Arezzo, pasando de largo varias pequeñas aldeas por el camino. Era evidente que iban en la dirección correcta, ya que había coloridas banderas de los diferentes barrios contrincantes colgadas en los edificios y esquinas de las calles de los pueblos por los que pasaban.

Hacía un tiempo estupendo, cielo azul y sereno con unos cuantos jirones de nubes, y la ciudad estaba llena de gente para la ocasión. Arezzo es una antigua población de piedra, fría y adusta, construida como si su esperanza primordial fuese mantener alejada a la gente de ella.



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