Juan, Julia y Jericó by Christine Nöstlinger

Juan, Julia y Jericó by Christine Nöstlinger

autor:Christine Nöstlinger
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Juvenil
publicado: 1983-08-09T22:00:00+00:00


—Déjalo en mi casa —dijo.

Guardó las dos latas en el cajón de la mesa. Juan se alegró. Nunca en su vida había tenido tanto dinero. Ahora era rico; al menos los lunes, miércoles y viernes por la tarde.

A Julia se le ocurre una idea

Un día Juan y Julia estaban en Villa Julia sentados en el suelo, apoyados en Jericó que, tumbado tras ellos, dormitaba.

—Jericó, viejo, menuda vida te pegas, mucho mejor que yo, animalito —decía Julia rascándole suavemente el lomo.

—¿Por qué mejor? —preguntó Juan.

—Porque no tiene que ir al colegio.

A Julia no le gustaba ir al colegio. Le resultaba insoportable.

—El colegio al que voy ahora es todavía más estúpido que los colegios en los que he estado antes —explicó Julia.

Hacía medio año que había regresado de Suecia, donde había asistido durante seis meses a un colegio. Y antes a otro en América.

—¿Por qué es más estúpido el colegio de aquí? —preguntó Juan.

—En Suecia y en América —explicó Juliano entendía todo lo que decían los niños y la profesora. Porque no sé mucho inglés y el sueco lo hablo fatal. Pero aquí lo entiendo todo. Y me doy cuenta de lo estúpidos que son todos.

—¡Sí, a veces lo son, desde luego que sí! —confirmó Juan.

Recordaba cómo se habían burlado de él los niños por llevar los zapatos de distinto color, uno azul y otro rojo, y cómo Karin, Sissi y Andrés corrían tras él cantándole canciones absurdas. Pero como los niños ya no lo molestaban y Andrés, Karin y Sissi habían encontrado a Thomas para una amistad a cuatro y lo dejaban en paz, añadió:

—...Pero la estupidez desaparece con el tiempo.

—Tampoco me gusta mi profesora —dijo Julia—. Siempre está de mal humor.

—A mí me encanta la mía —dijo Juan—. La señora Meyer es muy cariñosa.

—No lo creo. Una mujer que se llama Meyer por fuerza tiene que ser tonta.

—¡Pero Julia! —exclamó Juan— ¡No digas bobadas! Ser cariñoso o malhumorado no tiene nada que ver con el nombre. Mi papá conoce a un señor llamado Alegre. ¡Y siempre está triste!

—Por mí... Pero los niños de tu clase parecen auténticos monos.

Julia conocía a un par de niños de la clase de Juan, porque a veces iban a pasear con Jericó y cruzaban el parque donde solían reunirse los compañeros de clase de Juan.

—No todos los niños de mi clase parecen monos —la contradijo Juan.

—¡Calla, calla! —exclamó Julia—. Nos miran como monos y actúan igual que ellos. Y el mono jefe es el que le tiró del rabo a Jericó y se echó a temblar en cuanto le gruñó. ¡El supermono, el tonto ése!

Julia suspiró, esperando la respuesta. Pero Juan siguió callado porque no quería discutir con ella.

Así que durante un rato permanecieron sentados en silencio uno junto al otro, Julia rascándole a Jericó entre las orejas y Juan acariciándole el rabo que no cesaba de moverse.

—Ningún colegio es bueno. ¡No quiero ir al colegio! —dijo Julia al fin.

—No nos queda otro remedio... —dijo Juan.

—¡Pues la semana que viene no pienso ir! —replicó Julia—.



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