Isaac Peral. La tragedia del submarino Peral by Dionisio Pérez

Isaac Peral. La tragedia del submarino Peral by Dionisio Pérez

autor:Dionisio Pérez [Pérez, Dionisio]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Memorias
editor: ePubLibre
publicado: 1934-12-31T23:00:00+00:00


VI

El problema resuelto

Año 1889. En los primeros días de enero comenzaron las pruebas parciales de funcionamiento de los distintos organismos de la nave. Como era lógico, hubo obstáculos y dificultades, las más de ellas producidas por factores ajenos al invento y a la calidad y perfección de los aparatos; por ejemplo, el suministrar el Arsenal carbón bituminoso de Bélmez, inapropiado para calderas y maquinaria. Cada dificultad, cada obstáculo, naturales en todo ensayo y experimento, se utilizaba por los enemigos de Peral para dar por fracasado el invento y para amargarle las horas con invectivas y burlas. Se hacía algo más grave. Con el pretexto de negar originalidad a los distintos aparatos inventados por Peral, y que claro es que, como todo invento, eran aplicaciones, más o menos ingeniosas, sencillas o complicadas, de principios científicos y de cálculos matemáticos ya conocidos, se revelaban y propalaban todos los secretos del submarino. Y se hacia esto no por folicularios indocumentados, que buscaran notoriedad o ganancias con sus escritos, sino por jefes de la Armada, servidores del Estado, con sueldos pagados por la nación y que habían jurado las banderas de la Patria.

Peral daba cuenta puntual a su jefe, el capitán general del Departamento, del resultado de las pruebas parciales que se iban verificando, sin omitir las dificultades que se ofrecían y las correcciones con que se remediaban y vencían. El capitán general, a su vez, informaba, como es lógico, al Gobierno, que seguía así, paso a paso, las pruebas. La enemiga a Peral se había introducido y había ganado muchas voluntades en el Palacio Real. Peral era incauto, como todo hombre honrado y de buena fe, y no recataba su pensamiento jamás ni podía sospechar que se le vigilaba de cerca y se espiaba la calidad y filiación política de las gentes que le visitaban o le escribían. En el Palacio Real se llegó a creer seriamente que Peral sentía inclinaciones republicanas y que se dejaba halagar por agentes de Ruiz Zorrilla, temiéndose que el submarino acabara por ser instrumento de la revolución.

Tan ahincadamente se hacía esta propaganda cerca de la Reina, que María Cristina quiso cerciorarse de la verdad de lo que se le refería, y no tuvo procedimiento mejor para lograrlo que pedir que asistiera a las pruebas, dentro del mismo submarino, como si formara parte de la tripulación, el capitán de fragata don Antonio Armero, su ayudante naval, que le inspiraba entera confianza, no recatándose que iba allí para informar directamente a la Reina de cuanto fuera ocurriendo, y justificando el capricho regio con el enorme interés que a María Cristina le inspiraba el invento.

Bien advertirá el lector que sea un poco técnico que, dado el tamaño reducido del submarino que se había construido para ensayo y la influencia que el factor «peso» había de tener en un mecanismo que tenía que descender y ascender en las aguas, venciendo la resistencia natural de este elemento, agregar un tripulante más, con el que no se contaba en los cálculos rigurosos hechos,



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