Inventando al Vizconde by Ellie St. Clair

Inventando al Vizconde by Ellie St. Clair

autor:Ellie St. Clair [St. Clair, Ellie]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2021-03-04T00:00:00+00:00


CAPÍTULO 16

Miles pensó que había alcanzado la mayor plenitud que un hombre es capaz de alcanzar… hasta que Freddie le contestó con esas palabras.

—Tu mujer.

Era suya. Su mujer. Puede que no fuera el primero que había estado con ella, pero, ¡maldita sea!, sí que sería el último. La volvió a besar como si satisficiera una sed de desierto, preguntándose si alguna vez tendría suficiente.

Abandonó los labios y deslizó los suyos hacia la piel de detrás de la oreja, bajando después hacia el cuello. Ella se arqueó, y aunque quería preguntarle si eso le gustaba, no tuvo que preocuparse de estar concentrado para escuchar su respuesta.

Ahora iba a poder disfrutar de lo que llevaba tanto tiempo esperando.

Se apoyó sobre los talones antes de tomar las manos de Freddie y tirar de ella para que se sentara a horcajadas sobre él. La rodeó y empezó a desabrochar cada uno de los botones de la parte de atrás del vestido, acariciando con los dedos cada centímetro de piel que iba liberando.

Finalmente llegó al último y retiró de los hombros las suaves mangas de satén, dejando libres los brazos.

—Túmbate —ordenó, y cuando lo hizo sonrió al pensar en lo que le esperaba. Salió de la cama y le bajó las faldas para poder sacar el vestido por los pies. Lo dejó en el suelo y se colocó entre sus piernas, agarrándole los tobillos con las manos y subiéndolas después hasta las pantorrillas desnudas.

Freddie se estremeció ligeramente con las caricias, y se sintió poderoso al ver que provocaba tales respuestas en ella. A Freddie le gustaba llevar la voz cantante en la mayoría de los aspectos de la vida, pero no en este. No podía evitarlo. En este, o sería él el que mandara o se repartirían el liderazgo.

Estaba muy contento porque ella parecía sentir tanto placer como él.

Miles se irguió y la miró intensamente, a toda ella, casi completamente visible ya que solo la cubría la suave seda de la combinación.

—Maravillosa —dijo—. Te voy a pintar así.

—¿Ahora? —exclamó ella abriendo mucho los ojos de asombro, y él rio.

—¡Pues claro que no! —dijo—. Mejor en otro momento. Después de esto. Mañana. La semana que viene. Dentro de un mes. ¡Cuando sea, me da igual! Pero en algún momento, antes o después, estarás en uno de mis lienzos… igual que ahora, por fin, estás en mi cama.

Ella tragó saliva con fuerza.

—¡No estarás pensando de verdad en pintarme así…! —dijo ella asombrada, y Miles negó con la cabeza.

—Claro que no.

Se relajó.

—Antes me aseguraré de que te quites toda la ropa.

Ahora abrió tanto los ojos que parecía que iban a salírsele de las órbitas, y la sensación de vergüenza hizo que se ruborizara.

—Por favor, Miles mío…, ¡no me des esos sustos! —dijo, y él volvió a reír entre dientes.

—¿Miles mío?

Ella sonrió.

—Me gusta como suena.

—De acuerdo —dijo, e inmediatamente le quitó la ropa que faltaba, el corsé y la combinación, hasta que quedó desnuda delante de él. Estiró el brazo para agarrar una sábana, pero él extendió un dedo admonitorio.



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