Invasión invisible by Lou Carrigan

Invasión invisible by Lou Carrigan

autor:Lou Carrigan
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ciencia ficción, Novela
publicado: 1983-12-31T23:00:00+00:00


* * *

—No se ve ni una sola embarcación —dijo Álvaro, entrando en la cabina de la-lancha—, de modo que he puesto el piloto fijo sólo para entrar a decirte que un café nos sentaría... ¿Qué te ha ocurrido? —casi gritó de pronto.

Phoebe, que había estado pasándose pomada por los muslos se apresuró a ocultar éstos, y consiguió sonreír.

—Nada —dijo—. Nada.

—¡Cómo que nada...! —aulló Álvaro—. ¡Déjame ver eso!

Se acercó a ella, que optó por no resistirse a los deseos de él y se dejó alzar la falda rasgada. El mexicano estuvo contemplando atónito los amplios hematomas en los espléndidos muslos turgentes de blancura densa. Luego miró las ropas de ella desgarradas, las señales de violencia en su rostro, en sus manos..., y su expresión tensa, asustada.

—¿Todo esto te lo he hecho yo? —susurró Álvaro.

—No, no...

—Claro que sí —él la tomó suavemente por el rostro con ambas manos—. Estoy seguro de que he sido yo. Te ataqué, ¿no es cierto? Igual que tú me atacaste a mí con el sable en la casa.

—¿Qué...? —jadeó Phoebe.

—Tranquilicémonos. Por el momento los dos estamos bien, pero deberemos tener cuidado con nuestras próximas acciones... Te juro que no tengo ni idea de haberte agredido, no sé nada de nada... ¿Qué ocurrió?

—Me... insultaste y me..., me violaste...

—Lo siento de veras —palideció Álvaro, sentándose junto a ella y abrazándola—. Phoebe, cariño, lo siento, lo siento... No me tengas en cuenta nada de lo que ocurrió, te lo ruego.

Ella se apartó para poder mirarlo a los ojos.

—Me dijiste... cosas horribles... que quizá piensas realmente.

—No, por la sencilla razón de que no pienso nada horrible de ti —Álvaro la besó dulcemente en los labios—. Phoebe, todo lo que sé es que hace un momento he salido a mar abierto con la lancha por debajo del puente de Long Beach, he visto el mar quieto y vacío, y he pensado que me sentaría bien tomar aunque sólo sea un café. ¿No quieres creerme?

—Sí... Sí, Álvaro. ¿De verdad... yo te ataqué con un sable?

—Lo hiciste. Tendremos que pensar algo que nos inmunice contra esa... pérdida de control personal. Y en cualquier caso, cuando uno de nosotros haga algo indebido, el otro deberá hacerse cargo de que no es voluntariamente.

—Pero... ¿cómo puede ser eso?

—No sé..., pero indudablemente ellos afectan de algún modo nuestra mente. Por fortuna los hemos dejado atrás, no hay en la lancha nada que...

La lancha comenzó a moverse fuertemente, dando tremendos bandazos, y comenzaron a sonar golpes por todas partes; algunos objetos fueron desplazados, chocando unos contra otros o cayendo al suelo y rompiéndose... Los motores de la lancha se pararon a la vez y en seco. Un cristal de mampara saltó en mil pedazos.

Álvaro y Phoebe, ahora abrazados y desorbitados los ojos, miraban a todos lados, y finalmente, cuando todo terminó y la lancha quedó inmóvil y en silencio, se miraron a los ojos, aterrados.

—Dios bendito —susurró Álvaro.

—Quiero mar... marcharme de aquí —tartamudeó Phoebe—. ¡Quiero salir de esta lancha ahora mismo...!

—Sería inútil... ¿No lo comprendes?: están en todas partes.



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