Intento consolarte by Corín Tellado

Intento consolarte by Corín Tellado

autor:Corín Tellado [Tellado, Corín]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 1983-01-01T00:00:00+00:00


X

Fue un día cualquiera, casi un año después de marcharse John y de recibir aquella carta de adiós.

Se lo dijo Ali muy sofocada.

Y además se lo dijo en la oficina a donde llegó de prisa y respirando fuerte. Estaban todos allí, como también Rex en su despacho, con la puerta abierta.

Nada más oír a Ali ella alzó la cara.

Y no para mirar a Ali que, al fin y al cabo, era la que daba la noticia, sino para mirar a Rex, el cual, nada más oír a Ali, alzó, como Molly, la cara y sus ojos se encontraron de una forma intensa, pero confusa, interrogante.

—Molly, he visto a John en Trenton. Le acabo de ver en una cafetería. No he hablado con él, porque nada más verlo escapé para decírtelo.

Hubo un silencio denso.

Y después la voz serena de Rex (¿cómo podía dar a su voz aquel tono indiferente?).

—Cerrar la puerta.

Lo hizo Peter con ademán automático.

Molly quedó aislada. Sin los ojos de Rex se sentía desarmada, desarbolada, como sola en medio de un lugar desértico.

—Molly —susurraba Ali aún atragantada—, ¿qué vas a hacer? Porque si John está aquí, será para verte a ti. Ya decía yo… Cinco años tratando a una persona a quien se ama, no se disipan así como así.

¿Qué decía?

¿Y por qué no podía John hallarse en Trenton sin que por ello fuera a buscarla a ella?

Fue una mañana monótona en apariencia y tremendamente inquieta íntimamente.

A las doce sonó el timbre y por el dictáfono la voz de Rex inexpresiva.

¡Cuántas cosas le decía a ella aquella voz!

Y no porque la amara, sino por lo mucho que en momentos de tremenda desolación la consoló.

—Molly, ven un momento. Tengo que dictarte algo.

Molly se puso en pie con presteza.

Sentía en sí que necesitaba la voz de Rex, la mirada de Rex, las frases de Rex…

Estuvo a punto de gritarles a todos: «Yo necesito querer a Rex. Es mi mejor amigo aunque vosotros digáis de él miles de cosas en su contra. Rex no es como pensáis. Rex pudo aprovecharse de mi amargura y consolarla a su manera. A la manera que hacen casi todos los hombres y no quiso hacerlo… Rex es para mí como mi otro yo».

Pero no dijo nada.

Asió al bloc y el bolígrafo y como un autómata, dentro de su falda blanca y su blusa azulina, sobre los altos tacones atravesando por delante de sus amigos que la miraban expectantes. No porque fuera llamada por Rex, ya que ellos desconocían la amistad que les unía, sino por lo que para ella podía suponer la presencia de John en Trenton.

—Pasa y cierra —dijo Rex serenamente desde su ancha mesa de despacho.

Parecía más grave que nunca. Más masculino.

La madurez de su mirada no indicaba inquietud, pero sí una gran ternura hacia ella.

—Debes tranquilizarte —añadió quedamente al tiempo que Molly caía, como aplastándose en el sillón colocado junto a la mesa.

—No… no… sé si estoy tranquila.

—Lo estás —y por encima del tablero de la mesa le asió los dedos apretándoselos con íntima ansiedad y como si pretendiera confortarla.



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