Ictiandro by Aleksandr Beliáyev

Ictiandro by Aleksandr Beliáyev

autor:Aleksandr Beliáyev
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ciencia ficción
publicado: 1928-08-09T23:00:00+00:00


UN NUEVO AMIGO

Olsen estaba en su barcaza y miraba por la borda cuanto sucedía en el agua. El sol acababa de asomarse por el horizonte y alumbraba, con sus oblicuos rayos, hasta lo más profundo las transparentes aguas de la pequeña bahía. Varios indios andaban en cuclillas por la blanca arena del fondo. De vez en cuando emergían para tomar aliento y volver a sumergirse. Olsen seguía atentamente la labor de aquellos hombres. Pese a ser muy de mañana el sol ya calentaba, hacía calor. "¿Por qué no refrescarme, no bucear un par de veces?" pensó, quitándose inmediatamente la ropa y zambulléndose en un abrir y cerrar de ojos. Olsen no había buceado nunca, pero le gustó, y comprendió que podía permanecer bajo el agua más que los avezados indígenas. Se sumó a los buscadores, sintiéndose muy pronto atraído por aquella, nueva para él, ocupación.

Cuando fondeó por tercera vez vio a dos indios que, hasta entonces hincados de rodillas en el fondo, emergían presurosos cual si les persiguiera un tiburón o un pez sierra. Olsen se volvió, tratando de descubrir el motivo de la espantada, y vio que se le acercaba un extraño ser: semihombre-semirana, con el cuerpo cubierto de plateadas escamas, enormes ojos saltones y manos de rana. Avanzaba rápidamente, impulsándose como los batracios con los que guardaba semejanza.

Antes de que Olsen pudiera adoptar posición vertical el monstruo ya estaba a su lado y le asía por el brazo con su mano de sapo. Pese al susto, Olsen advirtió que aquel ser tenía rostro humano con perfectas facciones, al que sólo le desmerecían los brillantes ojos reventones. Aquel extraño ser, olvidándose de que estaba sumergido en el agua, comenzó a hablar, a decir algo. Pero Olsen no podía oír sus palabras, sólo veía cómo se movían sus labios. Aquel desconocido ser le sujetaba con fuerza el brazo. Olsen se impulsó con un fuerte movimiento de piernas y emergió, ayudándose con el brazo libre. El monstruo le siguió sin soltarlo. Tan pronto salió a la superficie, Olsen se agarró de la borda, echó un pie arriba, se encaramó en la barcaza y se sacudió a aquel humanoide con manos de rana, de tal suerte que lo tiró al agua con gran ruido. Los indios que estaban en la embarcación saltaron al agua, procurando alcanzar la orilla lo antes posible.

Pero Ictiandro volvió a aproximarse a la barcaza y se dirigió a Olsen en español:

— Óigame, Olsen, necesito hablar con usted sobre Lucía.

Esto le asombró tanto como el inesperado encuentro en el fondo. Olsen era un hombre valiente y sereno. Comprendió en seguida que si aquel extraño ser conocía su nombre y el de Lucía tenía que ser un hombre, y no un monstruo.

— Suba, estoy a su disposición -respondió Olsen. Ictiandro subió a la embarcación, se sentó en la proa, encogió las piernas y cruzó las manos en el pecho.

"¡Son gafas!" pensó Olsen al examinar atentamente los brillantes y saltones ojos del desconocido.

— Me llamo Ictiandro. Soy quien le rescató del fondo del mar un collar de perlas.



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