Hoot by Carl Hiaasen

Hoot by Carl Hiaasen

autor:Carl Hiaasen [Hiaasen, Carl]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9781644733141
editor: Penguin Random House Grupo Editorial USA
publicado: 2021-01-08T00:00:00+00:00


TRECE

Mientras Roy tomaba una ducha, su madre preparó una olla de espagueti. Se sirvió tres platos, a pesar de que la cena fue silente como un juego de ajedrez.

Poniendo el tenedor sobre la mesa, Roy se giró para mirar a su padre.

—Supongo que estoy castigado, ¿no? ¿Al estudio?

—Estás en lo correcto.

Hacía años que Roy no recibía un par de nalgadas y dudaba de que ese fuera a ser su castigo en esta ocasión. El estudio era el lugar a donde su padre lo llamaba cada vez que algo serio necesitaba ser explicado o discutido. Esa noche, Roy estaba tan cansado que no sabía si iba a poder decir algo que tuviera sentido

Su padre estaba esperando, sentado tras el amplio escritorio de nogal.

—¿Qué tienes ahí? —le preguntó a Roy.

—Un libro.

—Sí, se nota que es un libro. Pero estaba esperando más detalles.

El padre de Roy podía ser sarcástico cuando sentía que no se le estaba dando una respuesta satisfactoria. Roy suponía que había desarrollado esa particularidad después de años de interrogar a pandilleros, gánsteres, espías o a quienquiera que su padre se dedicara a investigar.

—Asumo —le dijo a Roy— que ese libro nos ayudará a entender los extraños eventos de esta noche.

Roy le pasó el libro por encima de la mesa.

—Tú y mamá me lo regalaron hace dos Navidades.

—Lo recuerdo —dijo su padre, revisando la portada—: La guía Sibley de aves. ¿Estás seguro de que no fue para tu cumpleaños?

—Estoy seguro, papá.

Roy había incluido el libro en su lista de regalos de Navidad después de haber resuelto una apuesta con su padre. Una tarde, habían visto una gran ave rapaz de color rojizo que descendía en picada y atrapaba una ardilla en un rancho de ganado en el valle del río Gallatin. El padre de Roy le había apostado un batido a que el ave era una joven águila calva cuyas plumas de la cabeza todavía no eran blancas, pero Roy decía que era un águila dorada adulta, mucho más común en las praderas secas. Luego, después de visitar la biblioteca de Bozeman y consultar la guía Sibley, el padre de Roy había admitido que el muchacho tenía razón.

El señor Eberhardt miró el libro y preguntó:

—¿Qué tiene que ver esto con toda esa tontería sin sentido en el hospital?

—Revisa la página 278 —dijo Roy—. La marqué para ti.

Su padre abrió el libro en esa página.

—“Búho de madriguera” —leyó el texto en voz alta—. “Athene cunicularia. De patas largas y cola corta, con alas delgadas, relativamente largas, y cabeza aplanada. El único búho pequeño que puede ser visto a plena luz del día”. —Su padre lo miró con curiosidad por encima del libro—. ¿Está esto relacionado con ese proyecto de ciencias en el que supuestamente estabas trabajando esta tarde?

—No estoy trabajando en ningún proyecto de ciencias —admitió Roy.

—¿Y la carne de hamburguesas que te dio tu madre?

—Era para los búhos.

—Continúa —dijo el señor Eberhardt.

—Es una historia larga, papá.

—Tengo tiempo de sobra.

—Está bien —dijo Roy.

“De cierto modo”, pensó, “recibir un par de nalgadas hubiera sido más fácil que eso”.



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