Historia natural de la religión by David Hume

Historia natural de la religión by David Hume

autor:David Hume [Hume, David]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Filosofía
editor: ePubLibre
publicado: 1757-01-01T00:00:00+00:00


SECCIÓN IX

COMPARACIÓN DE ESTAS RELIGIONES EN LO TOCANTE A LA PERSECUCIÓN Y LA TOLERANCIA

El politeísmo o adoración idólatra, al estar fundamentado enteramente sobre tradiciones vulgares, es susceptible de esta grave inconveniencia: que cualesquiera prácticas u opiniones, por salvajes o corrompidas que sean, podrán ser autorizadas por la deidad de turno; y, de esta forma, se le dará a la sinvergonzonería paso franco para imponerse sobre la credulidad, hasta lograr que toda moralidad y sentido humanitario desaparezcan de los sistemas religiosos del género humano. Mas, al mismo tiempo, la idolatría se ve acompañada de esta evidente ventaja: que, al limitar los poderes y funciones de sus deidades, está admitiendo, de modo natural, que los dioses de otras sectas y de otras naciones poseen también una parte de divinidad; y, de este modo, hace que las diferentes deidades, así como los ritos, ceremonias y tradiciones, sean compatibles entre sí[1].

El teísmo es lo opuesto, tanto en lo que se refiere a sus ventajas como en lo que respecta a sus desventajas. Como este sistema[2] presupone la existencia de una sola deidad cuya razón y bondad son perfectas, si queremos adoptarlo con la justicia debida tendremos que desterrar de la adoración religiosa todo aquello que resulte frívolo, irracional e inhumano, y poner ante los hombres los más ilustres ejemplos y los más estimulantes motivos de justicia y benevolencia. Estas poderosas ventajas no son, ciertamente, superadas (pues ello no sería posible) por los inconvenientes que surgen de los vicios y prejuicios de la humanidad, aunque se ven algo disminuidas por éstos. Siempre que se admita un único objeto de adoración, la adoración de otras deidades se considera como algo absurdo e impío. Y, es más, esta unicidad de objeto parece requerir, naturalmente, una unidad en la fe y en las ceremonias, y da a los artistas justificación para representar a sus adversarios como seres profanos y como blanco de la venganza divina y humana. Pues como cada secta está convencida de que su respectiva fe y adoración son enteramente aceptables a los ojos de la deidad, y como nadie puede concebir que el mismo ser divino se complazca con ritos y principios diferentes y opuestos entre sí, las varias sectas caen ^naturalmente en un estado de mutua animosidad y se atacan con ese celo y rencor sagrados que son, de entre todas las pasiones humanas, las más furiosas e implacables.

El espíritu tolerante de los idólatras de todos los tiempos es cosa obvia para quien esté mínimamente familiarizado con los escritos de historiadores y viajeros. Cuando se le preguntó al oráculo de Delfos qué ritos o qué tipo de adoración resultaban más aceptables a los dioses, el oráculo respondió que aquellos que habían sido legalmente establecidos en cada ciudad[3]. Parece que, en aquellos tiempos, los sacerdotes de una confesión podrían conceder la salvación a los fieles de una comunidad religiosa diferente. Los romanos solían adoptar cómo suyos los dioses de los pueblos que conquistaban; y nunca pusieron en disputa los atributos de las deidades locales y nacionales de los territorios en los que residían.



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