Historia del establecimiento del cristianismo by Voltaire

Historia del establecimiento del cristianismo by Voltaire

autor:Voltaire [Voltaire]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 1776-12-31T16:00:00+00:00


CAPÍTULO XIV

CONSOLIDACIÓN DE LA ASOCIACIÓN CRISTIANA BAJO VARIOS EMPERADORES, Y SOBRE TODO BAJO DIOCLECIANO

El tiempo del triunfo llegó pronto, y ciertamente no lo fue por las persecuciones sino por la extrema condescendencia y por la extrema protección de los emperadores. Es una constante, y todos los autores lo declaran, que Diocleciano fue favorable a los cristianos abiertamente durante casi veinte años. Les abrió su palacio; sus principales oficiales, Gorgonio, Doroteo, Migdón, Mardón, Petra, eran cristianos. En fin, él desposó a una cristiana llamada Prisca. No le faltaba sino ser cristiano él mismo. Y se pretende que Constancio el Pálido, nombrado césar por él, era de esta religión. Los cristianos, bajo su reino, construyeron muchas iglesias magníficas, y sobre todo una en Nicomedia, que era más alta que el mismo palacio del príncipe. Por lo cual uno no puede sino indignarse contra ellos que falsificaron e insultaron la verdad, al punto de hacer una era de mártires que empieza con la llegada de Diocleciano hasta el imperio.

Antes de la época en que los cristianos levantaron tan bellas iglesias, decían que no deseaban tener templos. Es un placer el ver el gran desprecio que los Justino, los Tertuliano, los Minucio Félix, afectaban mostrar por los templos; con qué horror miraban los cirios, el incienso, el agua bautismal o bendita, los ornamentos, las imágenes, verdaderas obras del demonio. Pero el zorro encontraba las uvas demasiado verdes; y apenas pudieron comerlas, se atragantaron.

No se sabe con precisión cuál fue el motivo de la querella en 302 entre los criados de César Galerio, yerno de Diocleciano, y los cristianos que habitaban dentro del cerco del templo de Nicomedia; pero Galerio se sintió tan fuertemente ultrajado que, en el año 303 de nuestra era, pidió a Diocleciano la demolición de la iglesia. Era preciso que la injuria fuese bien atroz, puesto que la emperatriz Prisca, que era cristiana, llevó su indignación hasta renunciar completamente a esta secta. Entre tanto Diocleciano no se determinó aún del todo, y, luego de haber reunido varios consejos, no cedió a las reiteradas instancias de Galerio.

El emperador pasaba por ser un hombre sabio; se admiraba su clemencia tanto como su valor. Las leyes que de él nos quedan en el Código son testimonios eternos de su sabiduría y de su humanidad. Él dio el recurso de casación de los contratos en los cuales una parte perjudicada por la otra mitad; él ordenó que los bienes de los menores tuviesen un interés legal; él estableció las penas contra los usureros y los delatores. En fin, se lo llamaba el padre del Siglo de Oro[45]; pero apenas un príncipe se vuelve el enemigo de una secta, es un monstruo para esa secta. Diocleciano y el césar Galerio, su yerno, así como el otro césar Máximo-Hércules, su amigo, ordenaron la demolición de la iglesia de Nicomedia. El edicto fue publicado en cartelera. Un cristiano tuvo la temeridad de rasgar el edicto y de pisotearlo. Hubo más: el palacio de Galerio fue presa del fuego algunos días más tarde.



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