Hippies by Lou Carrigan

Hippies by Lou Carrigan

autor:Lou Carrigan
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
publicado: 1976-09-15T22:00:00+00:00


CAPÍTULO IX

Abrió la puerta y se sobresaltó al ver a los dos hippies con sus barbazas, su mirada fija, casi hiriente. Iguales a otros: prendas raras, desaliño, abulia…

—¿Qué… qué quieren?

—Usted es Emma Griffin, claro.

—Sí…

—¿Está sola?

—No… No, no… Tengo una visita.

Los dos hippies sonrieron maliciosamente.

—Es una simpática mentira… —dijo uno—. Entremos, nena.

La empujó. El otro entró rápidamente y cerró la puerta. Emma abrió la boca, dispuesta a gritar, pero el primero le tapó rudamente la boca.

—Acabemos, Sammy —dijo.

Sammy sacó una tira de piel y rió quedamente cuando vio cómo se desorbitaban los ojos de la muchacha. Enroscó rápidamente los extremos en sus manos y dio un seco tirón.

—Sujétala bien y déjame sitio a su espalda. Va a ser asquerosamente fácil. La mat…

—Temo no estar de acuerdo, hippies —dijo una voz.

Lyn y Sammy se volvieron velozmente hacia la puerta del dormitorio, el primero sujetando todavía a Emma por detrás, tapándole la boca con fuerza. Durante un segundo que pareció mucho más tiempo, se quedaron mirando la recia y atlética figura del agente, que tenía su pistola «Colt» reglamentaria en la diestra. Sus ojos estaban entornados, dejando visible solamente un frío destello casi irónico.

Esto, solamente en un segundo.

Enseguida, Sammy saltó hacia su izquierda y esta mano golpeó el interruptor de la luz, colocado junto a la puerta. El living quedó a oscuras, con sólo un recuadro de luz hacia el fondo, proyectado desde el dormitorio.

Pete Ingram comprendió instantáneamente que no podía disparar en aquellas condiciones, sabiendo que Emma Griffin estaba delante de uno de los hippies. Un balazo en la oscuridad casi siempre tiene funestas consecuencias: la bala no va al sitio que se desea. Pero por otra parte, no podía permitir que escapasen tranquilamente, por la puerta, que estaba a menos de un par de yardas de ellos. Ni mucho menos podía consentir que estrangulasen a Emma en la oscuridad, sin intervenir…

Saltó hacia adelante, guardando la pistola. Antes de llegar a la puerta, vio la raya de luz que penetraba por ésta. Efectivamente, tal como había calculado, pensaban escapar, sabiendo que él no se atrevería a disparar…

Llegó a la puerta cuando se estaba abriendo rápidamente, y la cerró de un manotazo con la izquierda, mientras con la derecha lanzaba otro golpe a ciegas, desde su pecho hacia adelante. Un golpe terrible, con el canto de la mano, capaz de matar a un hombre si le acertaba en la garganta. Oyó el quejido de dolor, pero supo que no había acertado en la garganta, sino en el pecho de los hippies. Oyó el rumor de un cuerpo al rodar por el suelo, pero toda su atención, en ese momento, estaba concentrada en encontrar el interruptor, tanteando cerca del marco…

Recibió un violentísimo empujón, que lo apartó, casi derribándolo, deslizándose por la pared. Finalmente, cayó de rodillas, derribando algo de madera… Y en el acto, notó el golpe y el peso en su espalda. Iba a apartarse cuando notó, de pronto, la brusca asfixia. Casi pareció una cuchillada en plena garganta, pero supo que era la tira de piel, manejada por un hombre que tenía a la espalda.



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