Heaven (Spanish Edition) by Unknown

Heaven (Spanish Edition) by Unknown

autor:Unknown
La lengua: spa
Format: epub
editor: Self Published
publicado: 2024-01-20T23:00:00+00:00


Capítulo 13

El inicio del fin comenzó un viernes cualquiera, el último de mayo. Quedaban pocas semanas de clases y nos encontrábamos en pleno período de exámenes finales.

La primavera todavía hacía estragos entre nuestros compañeros, que estaban especialmente alborotados. El buen tiempo siempre anima, y más cuando se es adolescente, pero las cosas en clase seguían igual para Miguel y para mí. Javi y Edu continuaban por su lado mientras que nosotros pasábamos nuestro tiempo juntos, leyendo, dibujando, hablando, escuchando música... Teníamos ya una buena colección de cassettes. Bueno, eran de Miguel, aunque él insistía en que también me pertenecían porque le había ayudado a escogerlos.

Miguel era más de baladas rock en inglés, desde nuestro adorado Bryan Adams hasta un grupo llamado Scorpions, pasando por un tal Jon Bon Jovi. A mí me interesaban más los ritmos alegres, más intensos y, sobre todo, con letras que pudiera entender, como los de Nacha pop, Mecano o los célebres Hombres G.

En cualquier caso, compartíamos auriculares cada día en el patio, y tarareábamos las mismas melodías mientras hacíamos los deberes, estudiábamos o leíamos en su casa.

La vida había comenzado a ser despreocupada, y quizá perdimos el miedo necesario para la supervivencia, porque todo parecía cada vez más fácil entre nosotros. Olvidamos que las cosas no eran sencillas, que el mundo era hostil, y bajamos la guardia. Solo hizo falta un instante, un pequeño descuido; uno de esos habituales besos robados en el baño y la súbita presencia de alguien inesperado.

César, el compañero de pupitre de Miguel, apareció como de la nada. Ni siquiera le habíamos oído entrar en los aseos, pero en el momento en que notamos su presencia y vimos la expresión de su cara, supimos que no había nada que hacer.

No fue directo a los profesores, como habíamos esperado. César era un chivato pero también era taimado y le encantaba ser el centro de atención. Supo que se llevaría muchas palmadas en el hombro si revelaba su descubrimiento a cuentagotas, poco a poco, manejando los hilos del chisme como si de un virus se tratase, hasta infectar de rumores todo el colegio.

Ni Miguel ni yo no pudimos hacer nada contra eso.

El segundo día comenzó el acoso. Aquellos que siempre me habían tratado bien empezaron a cuchichear, a lanzarme miradas envenenadas y comentarios maliciosos. De repente, desaparecían mis pertenencias, pintaban palabras soeces y hacían dibujos de mal gusto en mi pupitre. También dejaban notas amenazadoras en mis cuadernos. Y lo mismo le hacían a Miguel.

Pensé que, si eso era todo, podríamos soportarlo hasta final de curso. El problema de qué sucedería con nosotros al año siguiente, cuando yo me marchase a estudiar fuera y Miguel se quedase en la ciudad, era algo de lo que todavía no nos habíamos atrevido a hablar.

Sin embargo, la situación escaló muy rápido y, pocos días más tarde, alguien me puso la zancadilla mientras caminaba entre los pupitres para salir a la pizarra, como don Carmelo había ordenado. El golpe no fue grave, pero la herida de mi orgullo sangró de lo lindo.



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