Héroes I: El Caballero De Solamnia by Michael Williams

Héroes I: El Caballero De Solamnia by Michael Williams

autor:Michael Williams
La lengua: es
Format: mobi, epub
Tags: Fantasía
publicado: 2010-01-04T08:26:09+00:00


11

La muerte de Agion

Cuando sucedió todo esto, todavía estábamos en las Montañas Vingaard. Debido a lo pendiente de las últimas laderas antes de llegar al desfiladero, nuestro paso se había hecho muy lento; además, los aguaceros habían borrado los caminos. Agion y Bayard se habían visto obligados a parar en dos ocasiones; cortaron algunos árboles y pusieron troncos en los senderos enlodados, pues era tal la pendiente que los caballos no podían continuar de otra manera, y aquel sendero era el único que nos conducía montaña arriba, a no ser que quisiéramos volver y rodearla, con lo que no llegaríamos nunca al torneo.

Después de dos días de fango, lodo y sufrimientos, comenzamos a ascender por zonas todavía más empinadas, por los terrenos de roca sólida que formaban las montañas propiamente dichas. Aquella mañana aparecía gris pero sorprendentemente alegre, pues el sol salió por detrás de las nubes y el anuncio de lluvia o de algo peor no pesaba tanto sobre nosotros. Bayard encabezaba nuestro grupo, flamante, encima de Valorous.

El caballo era obediente y se movía con gracia delante de Agion, quien estaba encantado con un puñado de manzanas que había podido coger y me llevaba encima sin protestar; pero yo estaba contrariado y mohíno. Llevaba las riendas de la bestia de carga, cuyo resentimiento había pasado a ser rabia latente ya que, antes de dejar el pantano, Bayard le había cargado otra vez aquella pesada y aparatosa armadura.

Hacia media mañana la carretera dejó de ser tan pendiente, y fue como si pasáramos a la segunda parte de la estación. Las praderas de Coastlund, a las que todavía no había llegado el pleno otoño, empezaron a amarillear cuando iniciamos la ascensión de las montañas, y el suelo tan rico, que era la causa de tantos verdes y panoramas aburridos, dejó paso a un suelo más rocoso y a una vegetación más seca y espinosa.

Estaba anocheciendo y todavía no habíamos alcanzado el desfiladero que decía recordar Bayard. Fue entonces cuando vimos al ogro. Era una criatura voluminosa, que lucía una armadura de batalla completa. Sus gruesas piernas llegaban hasta un pecho grande como el tronco de un castaño y encima había unos anchos hombros, sobre los que se veía un yelmo sorprendentemente pequeño. Sus dientes estaban amarillos y sus colmillos eran retorcidos como olivos. Sus pies eran mastodónticos y parecían salir de las piernas metálicas de la armadura como si estuvieran profunda y grotescamente enraizados en las rocas. Llevaba un tridente y una red, como si hubiera salido del mar. Su caballo parecía estar atemorizado y triste.

Era como si a su alrededor el aire reverberara en gris, en verde. Como si algo dentro de la armadura se estuviera quemando. Las desnudas ramas de los raquíticos árboles de la montaña que se alineaban a los bordes del sendero se vencían hacia abajo, como si su proximidad fuera venenosa y provocara un intenso e inolvidable frío.

Delante de mí, Bayard meneó la cabeza, como si pidiera paso, pero el monstruo acercó su caballo hasta donde estaba Valorous y allí se quedó.



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