Hacia la tierra del cruce by Natalia Girón

autor:Natalia Girón
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Fantástico, Novela
publicado: 2017-05-09T05:00:00+00:00

Destino

Las pequeñas luces en la lejanía de las Islas Amarant confirmaban que habían hecho caso a las órdenes de Nelais y que todas las sacerdotisas, salvo unas pocas, habían permanecido en el castillo para velar a su profetisa enferma. Todas aguardaban en el comedor principal, ansiosas por ver en qué estado se encontraba la joven.

Los dragones surcaban el cielo con lentitud, hacer un viaje tan largo como aquel era peligroso, alguien los podría ver y eso significaría rumores entre el pueblo. Estos podrían llegar hasta oídos del mago y eso no les convenía en absoluto. Descendieron su vuelo hasta llegar al centro de la isla. Allí, Nelais se adelantó para avisar a sus fieles de los planes que iban a ocurrir instantes después.

Avisó de todo cuanto había pasado, pidió la mayor discreción posible, anunció el gran poder que amenazaba a los seres voladores y aunque no creyeron nada de sus palabras no tuvieron más remedio cuando vieron a las pequeñas criaturas aparecer ante sus ojos. Dos seres desconocidos ante la humanidad pero conocidos por los escritos y los pergaminos que existían de ellos. Enseguida identificaron a las criaturas como los Reyes Dragones.

El castillo tenía sótanos comunicados con las plantas superiores para el almacenamiento de los alimentos, puesto que en el subsuelo se conservaban mejor. Las sacerdotisas retiraron todas las cosas que pudieran estorbar a los animales y allí permanecieron, sin ningún problema, como si tuvieran raciocinio y entendieran lo que estaba pasando.

Por supuesto, los dragones mayores jamás se mostraron a las sacerdotisas. Sería exponer demasiado la confianza y el miedo de las mujeres. Así que permanecieron en la otra punta de la isla para no ser vistos hasta que el Guardián y Nelais les avisaran.

El Oráculo ordenó a sus sacerdotisas que cuidaran de los animales hasta que diera orden. Ninguna preguntó nada, todas sabían que era una gran y muy importante tarea. De hecho, seguramente todas las mujeres que Nelais había pedido que se quedaran eran las más cercanas a ella y comprendían que no podían hablar de esto con nadie. La extinción de la raza peligraba.

–No te preocupes –la Madre Superiora le habló con un tono cariñoso pues la había visto fatigada–, mi niña. Los dragones estarán bien con nosotras. Estas islas están desiertas y con tu supuesta enfermedad mortal nadie se atreverá a visitarte.

Ver aquella amabilidad le hizo recordar los buenos momentos en el castillo. Nada había cambiado, las mujeres seguían vestidas con las túnicas azules en representación de la Diosa Shalim y de la profetisa Nelais. Seguían cuidando de aquel castillo, que era su hogar y vivían esperando el regreso de la joven. Todo indicaba que iba a volver.

–Espero que ningún feligrés se atreva. Si no, deberéis encargaros de su marcha inmediata. Nadie puede estar en esta isla salvo vosotras. Expulsad a todo el que ose entrar.

–Señora, le he preparado un baño –dijo otra de las seguidoras–. Y al joven que le acompaña también.

Kyrien no había hablado desde la vuelta a las Islas Amarant. Todos estos años

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