Guerrera Akata by Nnedi Okorafor

Guerrera Akata by Nnedi Okorafor

autor:Nnedi Okorafor [Okorafor, Nnedi]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2016-12-31T16:00:00+00:00


19

CONFÍA, SHA

—Mi ropa está hecha un asco, pero sabía que pasaría —dijo Orlu con la sonrisa más amplia que Sunny le había visto nunca—. ¡Nancy me llevó a sobrevolar el océano!

Sus pantalones vaqueros estaban sucios de aceite de palma rojo y brillante y salpicaduras de barro, igual que su camiseta y sus zapatillas deportivas rojas de Chuck Taylor.

Llevaba dos semanas trabajando estrechamente con el pájaro miri de su memora Taiwo, y su fin de semana había sido bastante interesante. El pájaro, que se llamaba Nancy, lo llevaba de forma regular a la cabaña de Taiwo, situada sobre una palmera, y se habían hecho amigos. Desde entonces, Orlu había emprendido la tarea de estudiar la especie de Nancy y su linaje ancestral. Halagada por su interés, Nancy había accedido a llevarlo en un viaje largo para visitar a su madre a sesenta kilómetros al este del bosque de Cross River.

—Estás loco de remate por dejar que esa gallina enorme te lleve tan lejos, tío —dijo Sasha.

Orlu puso los ojos en blanco. «No te metas» era su filosofía general en lo que respectaba a la bocaza de Sasha. A Sunny le parecía que siempre funcionaba.

Chichi, sentada en la puerta, chasqueó la lengua con fuerza y apartó la mirada. Sasha la miró mal y Sunny casi pudo sentir que la temperatura aumentaba unos grados.

Era un domingo extraño en el que todos habían terminado sus tareas, deberes y encargos, y ninguno tenía que visitar con sus padres a un familiar o amigo de la familia. Fue idea de Chichi que se juntaran en su cabaña. Su madre estaba en Golpe Leopardo dando una clase a otros estudiantes de tercer nivel. De ahí que Chichi estuviera sentada en la puerta, con la cortina de tela amontonada sobre su espalda y un cigarrillo de hierba Banga en la mano izquierda. Tomó una calada. Sunny arrugó el gesto y apartó la mirada. Los Banga eran más sanos que el tabaco y olían mejor, pero ella coincidía con Orlu: un cigarrillo no dejaba de ser un cigarrillo. Y eran asquerosos.

—Si tienes algo que decir, no te molestes —espetó Sasha—. De tu boca sólo salen mentiras.

—Venga ya, chicos —se quejó Sunny—. ¿No podéis…?

—¡¿No podemos qué?! —chilló Sasha—. ¡Me ha puesto los cuernos con tu hermano! ¡No lo niega! —Miró a Chichi—. Niégalo.

Chichi soltó el aire despacio.

—¿Cuántos años tenemos? No estamos unidos por la cadera.

—¡¿Por qué he venido?! —gritó Sasha. Empezó a alejarse, pero Orlu lo agarró por el hombro.

—Porque yo te he pedido que vengas. Por favor. Somos un aquelarre Oha, ¿recuerdas? No podemos…

—Sombrero Negro está muerto —espetó Sasha—. Ese negro se suicidó. Todos lo vimos. Nuestro aquelarre está disuelto.

—Esto no ha acabado —intervino Sunny—. ¡Ekwensu está aquí! Debemos…

—Si somos un aquelarre, deberíamos confiar los unos en los otros —insistió Sasha al mirar a Chichi.

—¿Crees que no sé lo de Ronke? Meses, ella y tú —escupió Chichi. Sunny y Orlu miraron a Sasha con las cejas alzadas. Se había quedado boquiabierto por la sorpresa—. Confía, sha. Es algo mutuo —dijo en voz baja.



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