Guerra y genocidio en Cuba by John Lawrence Tone

Guerra y genocidio en Cuba by John Lawrence Tone

autor:John Lawrence Tone [Tone, John Lawrence]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 2006-01-01T05:00:00+00:00


Para complicar aún más las cosas, la administración de la red estaba descentralizada. La compañía de una provincia no podía asegurar que hubiera carbón en las estaciones de la siguiente, pues no era ésa su responsabilidad. De ahí que incluso los trenes que transportaban al personal militar y los suministros tuvieran que esperar en las estaciones durante horas, mientras se negociaba una entrega de carbón con los proveedores locales. A veces, los pasajeros y el cargamento tenían que ser descargados y trasladados por tierra a otras líneas que nunca se habían unido al trazado ferroviario. La frase «desde aquí no se puede», jocosa cuando se dice con un deje de Nueva Inglaterra, era la descripción perfecta de un viaje en tren por la Cuba colonial.

Sólo en La Habana, Matanzas y Santa Clara occidental podía decirse que el viaje por vía férrea resultaba razonablemente eficaz. En cualquier caso, a principios de la primavera de 1896, los insurgentes habían volado tantas vías en el oeste que los trenes iban, por orden de los militares, a diecisiete kilómetros por hora, de forma que pudieran pararse a tiempo de evitar obstáculos como los puentes o las secciones de vías destruidos. En ocasiones, las locomotoras marchaban incluso más despacio para que hombres a caballo pudieran explorar en avanzadilla por si hubiera problemas, un absurdo que recuerda los primeros días del ferrocarril en Gran Bretaña. En otras ocasiones se enviaba por delante a una «locomotora de exploración» con equipos que reparaban las vías y tropas para proteger a estos trabajadores. Los trenes de atrás viajaban en grupos y sin perderse de vista, como un convoy de barcos mercantes, contra el que los insurgentes hicieron de submarinos. Weyler había ordenado a los oficiales que llevaran un registro exacto de los horarios de los trenes, de forma que él pudiera conocer los problemas y acelerar las cosas, pero lo cierto es que las medidas provisionales no eran respuesta. La única solución real era derrotar a los insurgentes y tender más vías, en ese orden[30].

Una vez que Weyler hubo reorganizado sus fuerzas, comenzó la segunda parte de su estrategia. Empezando por la parte más occidental, planeaba «limpiar» las provincias cubanas una a una, empujando a los insurgentes hacia el este para arrinconarlos allí. El primer paso era aislar y perseguir a Antonio Maceo. Para ayudarse en esta tarea, ordenó crear una nueva trocha militar que se extendería unos cuarenta kilómetros desde Mariel a Majana, a lo largo del eje norte-sur, al oeste de La Habana. La construcción de esta barrera occidental, más moderna que la antigua trocha Júcaro-Morón, requirió muchos meses de trabajo, pero, incluso mientras estaba aún en construcción, proporcionaba una presencia formidable de los españoles en Pinar del Río que logró obstaculizar a Maceo. Weyler puso al mando de la línea occidental a su amigo el general Arolas, con más de once batallones de infantería, seis escuadrones de caballería y voluntarios y guerrilleros cubanos, quince mil hombres en total. La idea era acordonar Pinar del Río con estas fuerzas estacionarias y, al mismo tiempo, lanzar refuerzos masivos en pos de Maceo.



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