Gravedad cero by Woody Allen

Gravedad cero by Woody Allen

autor:Woody Allen [Allen, Woody]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Humor
editor: ePubLibre
publicado: 2022-09-27T00:00:00+00:00


El dinero puede comprar felicidad; ¡no me digas!

CON LA ECONOMÍA EN caos y habiendo perdido su trabajo después del cierre de Lehman Brothers, Litvinov se sentía desgarrado de indecisión ante las opciones que se le presentaban. ¿Debería arriesgarlo todo y comprar Marvin Gardens, o dejar el dinero en bonos libres de impuestos hasta pasar por la Casilla de Salida? El Dow había caído otros cien puntos ese día y a un colega suyo le había dado un infarto mientras estaba en la casilla del Parking Gratuito. Corría el rumor de que aquel hombre había cogido una carta que decía «Has ganado el segundo premio en un concurso de belleza — Recibe diez dólares» pero no la había declarado. Y luego Hacienda había descubierto que esos diez dólares estaban ocultos en una cuenta bancaria offshore y había iniciado una investigación. A Litvinov le temblaban las manos cuando aterrizó en una propiedad amarilla de primera categoría y llamó a su amigo Schnabel, de Morgan Stanley, quien le aconsejó que no la adquiriera. «Nadie sabe lo que va a pasar con el mercado», dijo Schnabel. «Yo, en tu lugar, esperaría seis meses. Ben Bernanke y Tim Geithner se van a reunir mañana en Washington y uno de los temas que van a discutir son las propiedades amarillas. Sabremos más después de eso».

Seis meses, pensó Litvinov. Para entonces Schwimmer podría quedarse con las tres amarillas si no se lo impido. Schwimmer, el exsocio de Litvinov, acababa de pasar por Salida y tenía liquidez. Podía edificar. Por su parte, Litvinov poseía dos propiedades grises, Vermont y Connecticut, pero Jessica, su exesposa, era la dueña de Oriental, y él sabía que ella jamás se la vendería. Le había ofrecido la casa de los Hamptons, horas de visita a los niños más generosas y la empresa de Aguas, pero ella se había mantenido inflexible. Litvinov siempre había tenido problemas con las mujeres. Su incapacidad de sacar dobles con los dados había provocado una discusión terrible con Bea, su prometida actual. Él estaba seguro de que ella tenía un romance con Paul Kindler, quien, de algún modo, había conseguido que el Citigroup le financiara un hotel en Boardwalk. Kindler compró Boardwalk, con lo que consiguió dos azules, pero con el desplome de la economía y la caída de los viajes nadie aterrizaba en su propiedad. Hizo renovaciones y tenía planeado construir hoteles de lujo con televisores de pantalla plana en todas las habitaciones, pero los costes de construcción se dispararon y tuvo problemas con los sindicatos, que parecían tardar una eternidad en levantar unas pocas casas. Kindler estaba a punto de quebrar cuando Breslau, de Goldman Sachs, un día que volvía borracho después de una fiesta de Navidad, aterrizó en Park Place, donde había tres casas. Breslau se encontró de pronto con que necesitaba mil cien dólares. Le suplicó a Kindler que esperara, pero este acababa de sacar una carta que decía: «Paga los impuestos escolares — Ciento cincuenta dólares» y precisaba el dinero. Breslau no quería hipotecar ninguna de sus propiedades y pidió prestado a unos usureros.



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