Galen Pembroke by Tiffany Calligaris

Galen Pembroke by Tiffany Calligaris

autor:Tiffany Calligaris [Calligaris, Tiffany]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2022-04-01T00:00:00+00:00


XXIV

ARIELLE

Al regresar pasaron frente a la famosa capilla de King College. Arielle recordó la primera vez que había visto la impactante estructura gótica años atrás. Las torrecillas, las enormes ventanas en forma de arco, los vitrales medievales; era uno esos lugares que evocaba misterio y misticismo. Pensó en la niña que había caminado bajo aquel techo abovedado deseando que el mundo fuera más que piedra y concreto. Que hubiera secretos que lo convirtieran en algo más interesante. Secretos sobrenaturales que le hicieran dudar de sus sentidos como le sucedió a Sherlock Holmes con el fantasmagórico perro que acechaba el prado en El sabueso de los Baskerville.

Y ahora iba en una Harley Davidson abrazada a un longevo que bebía sangre de poseedores de magia.

El pelo negro de Arielle se arremolinó en su hombro, acompañado de la bufanda bordó. La sensación de libertad que ofrecía la moto era incomparable. El estruendo del motor. La velocidad.

—¿Me puedes enseñar a manejarla? —preguntó Arielle contra su oído.

Sintió el torso de Galen agitarse levemente bajo sus manos. Se estaba riendo.

—¿Alguna vez manejaste un vehículo? —preguntó escéptico.

—Por supuesto. Tengo una licencia de conducir —respondió indignada.

Galen inclinó el rostro sobre su hombro, enseñándole el tentador perfil de sus labios.

—No puedo imaginar que tus padres lo aprobaran.

—En las palabras de mi madre: «¿Para qué perder tiempo en aprender a manejar cuando tienes un chófer?» —respondió Arielle—. Pero quería aprender a hacerlo por mí misma. Quería tener mi propio auto e ir a donde quisiera sin tener que dar explicaciones. Por lo que le pagué a Timothy, nuestro chófer, para que me diera clases y me llevara a dar el examen de manejo.

—Ingeniosa —le concedió.

—¿Entonces? ¿Me enseñarás?

—Será un placer. —Hizo una pausa y agregó—: Cuando tu pierna esté bien, necesitas poder sostener el peso.

—Bien.

Lo dijo sin titubear, como si tuviera la intención de ser una chica buena y quedarse en su linda casa hasta que él decidiera que era seguro.

Una vez en el garaje, Arielle robó un vistazo al auto que estaba estacionado mientras Galen acomodaba su motocicleta. Era un Corvette. Recordaba haberse despertado en el asiento del acompañante sin saber dónde estaba.

—Hogar, dulce hogar —dijo el Antiguo.

Caminó detrás de ella, fuera del garaje, hacia la puerta de entrada. El corto trayecto se sintió cargado de algo volátil. Estaban a solas de nuevo. Lejos de cafés y calles repletas de turistas. Dar un paso hacia el interior de la casa fue el equivalente a prender un fósforo. Galen cerró las manos sobre su cintura al mismo tiempo que Arielle se volvió hacia él, invirtiéndolos de posición. Oír el crujido de la puerta contra la espalda del Antiguo la impulso a dejarse ir. Arielle cerró los dedos sobre su camiseta, arrugándola en sus manos. Había algo magnético en su piel. Sentir su peso hundiéndola contra el colchón la noche anterior la había envuelto en un fascinante cosquilleo.

Galen presionó la mano sobre el costado de su cuello y la besó con tal fervor que por poco pierde el equilibrio. O tal vez era la pierna de Arielle, incapaz de sostenerla.



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