Furia intemporal by Biggle Lloyd Jr

Furia intemporal by Biggle Lloyd Jr

autor:Biggle, Lloyd Jr. [Biggle, Lloyd Jr.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ciencia Ficción
editor: Rumeu
publicado: 2013-04-16T04:00:00+00:00


En medio de la noche, o a medianoche, se encontraban volando en círculo sobre otro bosque. La ciudad que relucía a lo lejos era Bribun. Marnox envió una señal luminosa y al instante se produjeron los fulgores de respuesta de los seis aeroplanos que les seguían.

-¿Ya? -preguntó Marnox. Saltaba a la vista que todo aquello le producía un placer inmenso.

-Tiene corazón de pirata -comentó Karvel.

-¿qué es un pirata?

-Si se lo dijese, querría convertirse en uno. Concedámosles tiempo en abundancia.

Observó la ciudad con el ánimo desasosegado. Los bosquimanos -una vez Marnox presentó a Karvel como "Pequeño Velloso", venerador de árboles -se mostraron enternecedoramente dispuestos a colaborar. Todo había salido tan bien, sin inconvenientes de ninguna especie, que el presentimiento de que les aguardaba un desastre empezó a abrumar a Karvel.

Y la presencia de Wilurzil no contribuía precisamente a aliviar el nerviosismo que provocaba en su espíritu aquel presagio negativo.

-Una correría de esta clase no es el lugar apropiado para una mujer -la advirtió, y, tranquilamente, Wilurzil repuso que en Dunzalo había recibido una orden que debía obedecer. Luego subió a bordo del aparato.

Continuaron volando en círculo, sin apartar los ojos del brillo suave que despedía la masa de la ciudad. De súbito, una claridad más brillante apareció en la base externa de la muralla.

-Les han abierto -dijo Marnox.

-O, por lo menos, han salido a investigar. Creo que ya podemos ir.

Marnox repitió la señal anterior e interrumpieron el vuelo en círculo, para poner rumbo a la metrópoli. Mucho antes de llegar a los muros exteriores, éstos centellearon con líneas de fúlgida luminosidad, que permitieron ver el espectáculo de los hormigueantes miembros del Pueblo Desamparado. Karvel no podía oír sus gritos, pero le resultó fácil distinguir el giro frenético de sus movimientos. No había pedido más que una demostración, y mucho se temía que se estuviesen excediéndose en sus entusiasmos. En dos ocasiones le pareció ver que habían forzado las entradas exteriores.

Destacaban las torres debajo del aeroplano; series de conos truncados, que recordaban las atalayas de Galdu. Descendieron para posarse en una de ellas. Tres aparatos más aterrizaron junto a Marnox, y los otros tres hicieron lo propio con una torre próxima. Sólo cuando se apeó del vehículo, comprendió Karvel la gravedad del desatino cometido.

Planeó la incursión como si se tratara de asaltar un castillo medieval, pero aquella urbe era -un enorme edificio, cuya superficie ocupaba varios kilómetros cuadrados. El alboroto que tenía lugar en las murallas ni siquiera se oía en lo alto de la torre. Los que estaban en las profundidades de la ciudad no se enterarían del aterrizaje de los aviones, a menos que alguien fuera a informarles. Pero ese alguien tardaría en llegar abajo cosa de una semana. El fraccionamiento estratégico de las fuerzas atacantes no servía de nada. Era un craso error.

-¿Listo? -preguntó Marnox.

-Adelante -repuso Karvel.

Marnox se puso a la cabeza del contingente de robustos voluntarios del Pueblo Desamparado, los cuales marcharon tras él en correcta formación. Colocaron a Karvel en el centro, donde pasaría más inadvertido su aspecto de extranjero, su diminuta estatura y su cuerpo velloso.



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