Fuera de guión by Jen Wilde

Fuera de guión by Jen Wilde

autor:Jen Wilde [Wilde, Jen]
La lengua: spa
Format: epub
editor: KAKAO BOOKS
publicado: 2021-03-07T23:00:00+00:00


21

Más tarde, Shrupty y yo salimos de la fiesta y nos fijamos en lo que parecen las señales de una pelea. Uno de los porteros se ha puesto hielo en el pómulo y una ambulancia con luces rojas intermitentes está entrando sin hacer ruido en la callejuela.

Atravesamos el hueco de la valla en silencio y encontramos a Archer al otro lado de la calle, tumbado en el suelo al lado de un charco de vómito. Dos paramédicos salen de la ambulancia y van deprisa hacia él. Shrupty y yo nos apartamos de su camino; ellos se agachan junto al actor.

—¿Cómo te encuentras, colega? —pregunta uno de los paramédicos.

Archer no responde. Más gente sale de la fiesta para ver lo que sucede. Los médicos agarran a Archer de los brazos y lo sientan en el suelo. De repente, él comienza a revolverse, como un niño que no quiere que lo castiguen, y cae de nuevo al suelo todo lo largo que es.

—¡Fuera! —grita—. ¡Fuera todos!

Una chica a mi lado saca el móvil y empieza a grabar. Echo un vistazo a la multitud y veo que hay otros cinco o seis teléfonos grabando. Mala cosa. Archer gruñe y, cuando se pasa la mano por el pelo, veo que tiene marcas rojas en los nudillos. Debe de haberle dado un puñetazo al portero. Menudo imbécil.

Uno de los paramédicos se agacha de nuevo y le pone una mano en el hombro.

—Mira, colega, queremos ayudarte. Vamos a sentarte, ¿vale?

Pasa el brazo por la cintura de Archer e intenta tirar de él una vez más, pero él lo aparta de un golpe.

—¿Qué pasa, eres gay o qué? —escupe Archer, mirando al paramédico con la nariz arrugada—. Deja de sobarme.

Y, de repente, una fiesta que debía ser un espacio seguro parece todo lo contrario. Siento una opresión en el pecho y empiezo a sudar. Shrupty se pone rígida a mi lado, aprieta la mandíbula y clava los ojos en Archer, como si lo estuviera maldiciendo para sus adentros. Miro a mi alrededor y veo un montón de rostros horrorizados. Y todos los que no son heterosexuales parecen cansados. Cansados de la misma mierda de siempre. Hartos.

El paramédico deja de moverse, perplejo.

—¿Qué me has dicho?

Archer agita las manos salvajemente delante de él.

—Joder, ¡ahora todo el mundo es gay! ¡Esta puta fiesta es la cosa más gay que he visto nunca! —Por fin se fija en la gente que se acumula en la calle para mirarlo y dirige su ira contra nosotros—. Qué pasa conmigo, ¿eh? ¿Es que ya no se puede ser hetero? —Alza el puño—. ¡Poder hetero!

Abro la boca de sorpresa. La multitud bufa y gruñe enfadada. Alguien detrás de mí murmura:

—Joder, esto tiene que ser una broma.

Pero nada disuade a Archer, que sigue quejándose mucho más de lo que nadie desearía. Se ha quitado la careta, y su homofobia más o menos sutil se ha convertido en ataques directos. Cada palabra que dice es más y más decepcionante; es un recordatorio de que, vaya, es cierto: soy diferente.



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