Fantasía y amor by Barbara McMahon

Fantasía y amor by Barbara McMahon

autor:Barbara McMahon
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
publicado: 1995-12-31T23:00:00+00:00


Capítulo 7

Los dos días siguientes pasaron sin que sucediera nada. Lacey tenía cuidado de mantenerse oculta cuando Jake salía o volvía de trabajar. Se aseguraba de ir a nadar durante el día; no quería salir al anochecer, para evitar la posibilidad de encontrarse con Jake bajo la luz de la luna.

Al tercer día, cuando regresaba para comer, se sorprendió al ver dos coches en el sendero; uno era el de Jake. ¿Habría invitado a alguien a comer? Por lo común, él no comía en casa los días laborables.

Después de comer, Lacey tomó una ducha y se puso un pantalón corto y una blusa ligera, pues hacía calor y no pensaba ir a ninguna parte. Se recogió el cabello y bajó la escalera para buscar su libro. Miró por la ventana y vio que el coche de Jake seguía en el sendero, mientras que el otro había desaparecido. Se preguntó si estaría en casa.

La novela de misterio que estaba leyendo la tenía cautivada. A la sombra de la mimosa, la temperatura era fresca y agradable. De repente, el ruido de unos cristales rotos, seguido de una fuerte maldición, la hizo apartar la atención del libro y alzar la vista hacia la casa de Jake. El sonido procedía de allí, y se preguntó si habría sucedido algo malo. Escuchó con atención, frunciendo el ceño. Sí, allí estaba de nuevo, en esa ocasión más ahogada, pero definitivamente era una maldición.

Pensó que tal vez Jake habría roto un cristal y se había cortado. Se puso de pie y dejó el libro a un lado. Curiosa, decidió ir a ver si sucedía algo malo. Caminó sin hacer ruido alrededor del muro que separaba los dos jardines y se dirigió hacia la parte posterior de la casa de Jake. Llamó a la puerta de alambre, pues la de madera estaba abierta.

—¡Ten cuidado si entras! ¡Hay cristales por todas partes! —gritó Jake desde la cocina.

Lacey abrió la puerta y entró, pero necesitó un momento para que sus ojos se acostumbraran a la luz más tenue. Jake estaba reclinado contra el mostrador. Vestía un pantalón corto y una camisa oscura, pero lo más sorprendente era que se apoyaba en unas muletas, ya que tenía una pierna escayolada hasta la rodilla. Estaba rodeado de cristales y restos de ensalada de patatas y parecía disgustado. Lacey captó la situación con una mirada y fue a buscar una escoba.

—Yo barreré. No te muevas.

Encontró la escoba y recogió los cristales y la ensalada. Cuando terminó, buscó una fregona y, a toda prisa, terminó de limpiar el suelo, estudiando a Jake mientras realizaba su tarea. Estaba pálido y su expresión era de dolor.

—¿Qué te ha pasado? —le preguntó. Podía ver una magulladura que empezaba a aparecer en su frente y otra en su brazo izquierdo—. ¿No deberías estar sentado?—preguntó.

Él la miró furioso por un momento; luego cerró los ojos y suspiró.

—¡Me siento fatal!

—Tal vez deberías tumbarte —la joven le tocó un brazo y lo miró preocupada

—. ¿Necesitas ayuda?

—No, no necesito ayuda —se irguió y caminó con las muletas hasta la silla que se encontraba a un lado de la mesa de la cocina.



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