Bones by Edgar Wallace

Bones by Edgar Wallace

autor:Edgar Wallace [Wallace, Edgar]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Aventuras
editor: ePubLibre
publicado: 1914-12-31T16:00:00+00:00


Durante un momento, Hamilton alimentó la idea de abandonar a Bones en los cuarteles, para que continuase la comunicación telegráfica; pero pensó que el método no sería útil. Además, supuso que necesitaría hacer uso de todas las ayudas que le fuese posible hallar, y, aunque tenía muchas desventajas, Bones era un excelente soldado y un compañero leal.

Podría ser necesario que Hamilton tuviese que dividir sus fuerzas. En tal caso, el teniente Tibbetts le sería preciso.

—Creo —dijo Hamilton a Bones, innecesariamente— que usted es mucho mejor cuando se encuentra bajo mi mirada y puedo ver lo que hace.

—Señor —contestó Bones seriamente—: no es solamente lo que hago, sino lo que pienso. ¡Si usted pudiera ver cómo trabaja mi cerebro!…

—¡Ja, ja! —dijo rudamente Hamilton.

Finalmente, las relaciones de amistad entre ambos hombres se habían reanudado después de tres días de eclipse. Bones era un hombre que reconocía a intervalos que poseía una susceptibilidad excesiva. Había explicado este inconveniente a Hamilton en varias ocasiones, pero el capitán de Houssas se negaba siempre, contumaz y persistente, a recordar el hecho.

Durante la mayor parte del viaje río arriba, Hamilton cuidó de la navegación —conocía muy bien las corrientes del río—, mientras Bones, recluido en la cabina que había sido improvisada para él en la parte posterior del barco, hacía solitarios; y, por un sistemático procedimiento de engañarse a sí mismo, consiguió realizar verdaderas maravillas. Hallaron abandonada la ciudad de Ochori, salvo la presencia de un destacamento de guardia, porque Bosambo había partido el día precedente, después de una llamada a la nación para que se aprestase a la lucha.

Había partido con mil lanceros, y sus fuerzas iban creciendo, como una bola de nieve, según atravesaba su territorio. La gran carretera que Notiki, el jefe de la legión norte, estaba construyendo, como castigo, comenzaba a tomar forma. Bosambo pudo viajar rápidamente.

Demasiado rápidamente, en verdad, para cierto ladrón congo-angolano que capitaneaba una cuadrilla de villanos y la dirigía hacia una tierra a la que había designado como buena productora de flores, leche y miel, estaba guardada por hombres timoratos y asustadizos, y poseía una gran cantidad de hermosas mujeres. Los Libros Azules le daban el nombre de Kisini, cuando se referían a esta empresa, pero era, en realidad, un angolano llamado Bizaro, nombre compuesto que despierta sospechas de que posea influencia portuguesa.

Muchas veces habían las ingobernadas gentes y las bandas sin ley que ocupaban los bosques situados más allá de la frontera de Ochori intentado cruzar el territorio inglés. Pero los peligros de lo desconocido, y las terribles hazañas que se contaban de un señor blanco que era rápido en la venganza, los habían contenido. Año tras año, se habían desarrollado tribus dentro de otras tribus, pequeños campamentos armados, que solamente tenían esto de común: que todos se encontraban fuera de la ley de que habían huido, y que en ciertos lugares, hacia el Norte y hacia el Sur, había fuertes contingentes de tropas que se agrupaban bajo el tricolor de la bandera francesa o de la estrella



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