Fábulas y ciudades by Ramón Pérez de Ayala y Fernández del Portal

Fábulas y ciudades by Ramón Pérez de Ayala y Fernández del Portal

autor:Ramón Pérez de Ayala y Fernández del Portal [Pérez de Ayala y Fernández del Portal, Ramón]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 1961-11-01T00:00:00+00:00


«Cuán grato es contemplar desde la orilla los esfuerzos del prójimo, sobre el ancho mar, soliviantado de viento recio.» A la española: ver los toros desde la barrera. Dicho sea en su honor, Lucrecio añade: «no es que ajeno daño provoque voluptuosidad jocunda, antes bien, que es grato echar de ver, por comparación, que uno se halla a seguro de ciertos daños presentes». Quizá, en ese sentido, los habitantes del nuevo mundo se pueden considerar relativamente espectadores, con el «mare magnum» por medio. Los habitantes del nuevo mundo, el cual (en cuanto nuevo mundo) no puede ser sino retoño verde e inmaturo del viejo mundo, o no es nada, se complacen en ser espectadores, desde el burladero, la barrera, el tendido o la andanada, y puesto que pagan (?) están seguros de saber más que quienes lidian en el ruedo. Esto no sería mayormente de reprobar si no figurasen, al propio tiempo, ocupar el palco presidencial, dirigiendo a distancia la lidia con el pañuelo blanco, rojo o verde, según su inexperto arbitrio les dicta, aunque el resto del público, más experimentado, les califique, sonora y rítmicamente, con el remoquete del más obtuso y obstinado solípedo, como era uso en las corridas de antaño, y no estaría de más en las de hogaño. Los terrícolas del viejo todos somos, en grado más prócer o más humilde, presuntos o consumados actores y víctimas de la tragedia en que vivimos. Así como el orador, aun el mejor abastecido de glándulas salivares, necesita de vez en vez ingurgitar un buche de agua que le refresque y lubrifique el gaznate, así también el personaje trágico (ya sea de alto coturno, ya se halle detrás del foro y como si dijéramos en pantuflas) es menester que de cuando en cuando se abreve en puras fuentes de energía moral.

Por mi parte, desde hace años, frecuento la lectura del «Libro de Job», de la «Imitación de Cristo» y del «Memorial de Santa Helena», en solicitud de ecuanimidad, fortaleza y templanza. No me figuro haber descubierto ningún Mediterráneo si digo además que «El mundo como voluntad y representación», de Schopenhauer, singularmente en sus libros tercero y cuarto, ofrece afinidad íntima con los otros tres antes citados y, pese al pesimismo en que está embebido, su meditación proporciona lenitivo consuelo y ofrece alguna clara avenida sobre la evasión infinita.

Estos tiempos que vivimos parece también que inducen a otro tipo específico de lectura y reflexión. Son tiempos fabulosos y fabulables; de fábula épica y de fábula esópica. La fábula esópica es un género literario elemental y su materia consiste en el libre juego de los instintos primarios, comunes a hombres y bestias. De manera que, en cierto modo, la fábula es la simiente rudimentaria de la tragedia. Otorgad las máximas dimensiones a varios instintos primarios, legítimos cada cual por sí, pero incompatibles entre sí; dejadles libre juego y he ahí la tragedia. Leo y releo a Fedro, Calila e Dimna y La Fontaine. Es una experiencia muy instructiva y sugeridora. Sobre ella podría escribir copioso volumen, y aún me quedarían muchas cosas en el tintero.



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