Evelyn by Francisca Herraiz

Evelyn by Francisca Herraiz

autor:Francisca Herraiz [Herraiz, Francisca]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela
editor: UNKNOWN
publicado: 2018-04-22T22:00:00+00:00


V

Le pidió al cochero que volviera a casa, a ella le apetecía caminar. El hombre no estuvo conforme e intentó convencerla para no ir por ahí sola. No consiguió nada, era terca como una mula.

–Su padre me despedirá. –dijo refunfuñando.

–No lo hará, le daré las explicaciones pertinentes cuando llegue a casa. Vuelva tranquilo y salude a mi abuela de mi parte, por favor.

Él la miró malhumorado y subió al carro. Le vio marchar con alivio, tenía un largo paseo hasta casa, pero no le importaba. Tenía tantas ganas de ver, de oler, de conocer. Caminó por las calles deteniéndose en cada tienda, en cada puesto de flores. Con el dinero de su padre se compró unas manzanas dulces y un par de vestidos de su talla. No recordaba haber disfrutado tanto en su vida. Era agradable pasear sin remordimientos, comprar, comer al aire libre, saludar a la gente con una sonrisa. Debía repetir esos paseos más a menudo, puede que, incluso, a diario.

–Señorita.

La voz de una mujer hizo que se detuviera. Al girarse vio a una anciana que le pedía limosna. No dudó en darle unas monedas.

–Gracias, señorita, por favor, ¿tiene un momento?

Ella se giró de nuevo hacia la anciana.

–¿Necesita ayuda?

–Su pelo…

Evelyn se pasó la mano libre por su media melena y miró extrañada a la mujer.

–Sus ojos…

–¿Qué quiere? –preguntó molesta.

–Veo fuerza en su interior, veo un alma pura. El bosque es su aliado, repone sus fuerzas, la llena de energía. No cabe duda, usted es su nieta.

Evelyn se sobresaltó, ¿de qué hablaba esa mujer? Debía ser una pobre desquiciada.

–No tema, no quiero hacerle daño, conocí a su abuela, hace tiempo, era una mujer bella, de cabellos rojos como los de usted y sus ojos también eran de dos colores. Se le parece mucho. –De pronto su gesto cambió, su mirada se perdió en los recuerdos, parecía triste–. Tuve la mala suerte de ver su final –miró a Evelyn con ojos llorosos–, no merecía ser tratada así. La conocí cuando mi marido estuvo enfermo, su abuela me dijo que podía aliviarle. Con sus remedios sacados del mismo bosque, logró sanarlo, se recuperó, desde entonces fuimos amigas. Pero la gente, señorita, es cruel y la temían, la insultaban, hasta que un día… –Bajó la mirada para luego alzarla y mirar hacia la plaza central, con un dedo tembloroso señaló hacia allí y observó el lugar como si estuviera viendo lo que sucedió en el pasado, en ese mismo instante–, allí, le gritaban bruja, hija del demonio, le tiraron piedras y, una vez en el suelo, le prendieron fuego. Intenté ayudarla, cogí una manta y apagué las llamas, nadie me ayudó, me escupieron por socorrer a la bruja. Llegué tarde, murió en mis brazos.

Se llevó las manos al bolsillo de su delantal y sacó una gema negra que enseguida reconoció como azabache.

–Ella me dio esta piedra cuando me conoció, dijo que me traería suerte y así fue, la piedra, su abuela o ambas, pues consiguieron salvar a mi marido. Es para usted.



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