Eva Braun de Arroyito by Alejandro Agresti

Eva Braun de Arroyito by Alejandro Agresti

autor:Alejandro Agresti
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Intriga, Novela
publicado: 2014-12-05T13:18:59+00:00


—Pero no vayas a matar a nadie hasta que yo esté allá —aclaró Kuky.

—No, boludo, ya quedamos así, está todo bien. .— No es necesario matar a nadie —dijo el gordo con tono de voz reflexiva y los otros dos lo miraron raro.

—Eso vamos a ver —dijo Beto.

Llegando a la verja de la mansión apagaron las luces de la camioneta. Beto y el gordo bajaron. Hicieron los quinientos metros que los separaban de la puerta de entrada. El rubio cargaba el bolsito con herramientas y una vez en destino, el gordo pidió sin aire descansar un minuto. Beto dijo que no y puso su mano sobre la ventana. La movió alrededor buscando dónde forzar hasta que le encontró el punto débil. Le pasó el bolso al gordo y éste lo abrió y se lo puso a la altura del pecho para que el secuaz agarre de ahí dentro lo necesario. La ventana se abrió demasiado fácil, con una simple espátula de pintor. Beto entró a la casa. Tito dio unos pasos para atrás sobre el jardín para controlar si alguna luz se prendía hasta que escuchó un grito:

— ¡Mierda!

Tito no entendía nada, se quedó temblando hasta que el rubio se asomó por la ventana sacudiendo la linterna.

— ¡La concha de su reputísima madre! —gritó Beto y siguió puteando en medio de un ataque de ira.

En el Café La Paz, Charlotte observó a Beto, incrédula.

— ¿Cómo que la casa estaba vacía? —preguntó la piba.

—Vacía, nena. Ahí adentro ya no hay nada de nada. Con aquél entramos y prendimos todas las luces. Ni un mueble, ni un cuadro, y se ve que hubo muchos porque las paredes están repletas de esas manchas claritas y cuadradas.

—No te puedo creer —comentó Charlotte con desilusión.

—Lo fuimos a buscar a Kuky y no te jodo, el loco se largó a llorar de una manera que partía el alma.

— ¿Y qué hicieron?

—Bueno, terminamos desayunando ahí cerca en el pueblo; ya se había hecho de día y de la vergüenza ni abrimos la boca hasta que al verlo a Kuky tan deprimido se me dio por ir a la barra y ponerme a charlar con un viejo rengo con cara de gaucho. Para ablandarlo, medio que de primera le saqué otros temas pero el tipo era un vivo bárbaro, me hizo sospechar que entendía todo y sabía la posta de por qué estábamos ahí tan tristes. Así que fui al grano, le pregunté si sabía algo de esa casa, si tenía idea de a dónde se había mudado el petiso alemán...

— ¿Y? ¿Sabía? —interrumpió Charlotte a punto de hacerse pis.

Beto le pegó un sorbo largo a su cerveza y recién ahí contestó:

—Primero el rengo no quería decir nada. Yo noté a la legua que se hacía el boludo. No soy chismoso, entró a repetir pacato pero con una risita recontra falluta. Kuky se dio cuenta desde la mesa y se vino al humo. Lo apretó al gaucho, sacó los mangos que tenía en el bolsillo y se los tiró de mala manera.



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