Eterno oscuro by Miguel Ángel Lladó

Eterno oscuro by Miguel Ángel Lladó

autor:Miguel Ángel Lladó [Lladó, Miguel Ángel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ciencia ficción
editor: ePubLibre
publicado: 1991-08-15T00:00:00+00:00


PARTE 3

ET EXPECTO

RESURRECTIONE

I

Y todo se detuvo.

De repente, sin previo aviso, sólo porque sí. Fue como si sobre el Universo se hubiese derramado una gigantesca redoma llena de helio líquido. Todos los mundos, todas las estrellas, todas las galaxias; todo, cesó su movimiento. Y los seres que habitaban planetas azules, o verdes, o mundos gaseosos que no definían sus formas, miraron a su cielo sin comprender.

El Universo se contrajo sin emitir sonido. Los números universales saltaron algunas décimas, se movieron sorprendidos por la alteración de su inmutabilidad. Después, se relajaron y volvieron a su vetusta uniformidad.

Entonces la vida cambió un poco. Algunos seres se vieron afectados por ello, seres incomprensibles, amorfos, mórbidos, espantosos ante la rígida estética del ojo humano. Y sufrieron, como los seres humanos de las zonas oprimidas de la tierra ante la opulencia de unos pocos; pero fue un sufrimiento para bien, porque el Universo cambió imperceptiblemente, y se hizo más acogedor, más justo.

Para Rai nada de esto sucedió. Él, en su reducida inmediatez, en su ínfima comprensión del Universo, sólo se dio cuenta de lo que ocurría momentos después de que sucediese. La aceleración, súbitamente, cesó. No hubo deceleración de ningún tipo, simplemente disminuyó la atracción. La nave continuó su infernal trayectoria por la inercia. Pero ya no había objetivo al que llegar.

El dedo de Rai iba a pulsar el último dígito, la última entrada del código, iba a coger la guadaña de la muerte para segar su propia cabeza; pero le dio tiempo a rectificar. Esa rectificación no se produjo gracias a la prudencia o a sus propios reflejos, no. En todo ello acompañó la suerte, omnipresente si se la busca. Justo antes de detenerse todo, Rai acababa de pulsar el penúltimo número. Esta súbita congelación también le afectó a él, tampoco realizó su siguiente acción que era terminar el código. Los sistemas informáticos, las inteligencias artificiales creadas por el hombre, no se vieron afectadas por nada de lo ocurrido, siguieron su funcionamiento normal. No tenían vida, el Universo no podía interaccionar en ellas. El ordenador de abordo requirió, entonces, el número que faltaba. Pero este número no le fue dado. Esperó el tiempo prudencial para el que le habían programado los humanos. Pero nada ocurrió. Por lo tanto la rígida y limitada inteligencia de la pobre máquina consideró la operación anulada replegándose al modo de espera.



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