Estaré sola y sin fiesta by Sara Barquinero

Estaré sola y sin fiesta by Sara Barquinero

autor:Sara Barquinero [Barquinero, Sara]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Otros, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 2021-09-09T00:00:00+00:00


* * *

En el año 94, Alejandro y Ricardo trabajaban en una depuradora de basura en Barcelona. «Depuradora-de-basura —⁠remarca Ricardo⁠—. Imaginaos cómo era eso». Ambos hacían una cantidad ilegal de horas y se pasaban el día moviendo desechos de un lado al otro de la planta, con un sentido organizativo que permanecía oculto para todos los empleados y hacía que tuviesen la sensación de que nada tenía ninguna clase de propósito ni orden. Había muchos hombres en la planta, explica Ricardo, unos veinticinco. También alguna mujer de la limpieza, pero no de la misma limpieza que ellos: limpiaban las instalaciones de los que limpiaban. Baño, cantina, todo eso. Casi nunca coincidían con ellas, jamás supieron sus nombres. Tampoco el de muchos de sus compañeros. El ambiente era hostil, casi bélico, no favorecía la conversación. Ricardo recuerda a algunos:

—Estaba el Bernabé, que era de Cornellá y que tenía una deuda muy gorda que pagar de la que no quería decir ni una palabra. Estaba también Alberto, un tío que nunca hablaba y que estuvo una vez en la cárcel. O Sebas, un tipo de casi sesenta años que había pasado su vida en la depuradora. Eso le había jodido la cabeza pero bien —⁠les explica⁠—. Hacía bromas con la basura todo el rato, como si fuese su novia o su madre. O una prostituta. Jamás se dirigía a las mujeres reales, y ni siquiera él, que llevaba cerca de treinta años trabajando en la planta, comprendía con claridad la lógica de su trabajo.

De los demás, Ricardo no recuerda los nombres, y eso que estuvo trabajando allí dos años, unas diez horas al día cuatro o cinco veces por semana. Alejandro no encajaba allí. Era muchísimo más joven que los demás, apenas había pasado los treinta años. Seguía teniendo un gesto infantil y no se le daba bien la gente, recuerda él. Era muy tímido y siempre estaba colorado. Se notaba que el ambiente embrutecido le hacía sentirse fuera de lugar: era demasiado sensible y, por mucho que se esforzó, jamás se llegó a sentir cómodo. Una vez le contó a Ricardo que le daba vergüenza volver en el cercanías al cuartucho que alquilaba, que era muy consciente de su olor, de las manchas del mono de trabajo y pensaba que todo el vagón le detestaba.

—Pero era divertido —⁠asegura Ricardo⁠—. Inteligente. A menudo se inventaba tonterías para hacer el trabajo más llevadero. Contaba historias, tarareaba canciones de rock and roll y, sobre todo, traía táperes con croquetas y cosas así para todo aquel que quisiera. Jamás traía un sándwich correoso como el de los demás. Eso sirvió de burla para mucha gente. Le llamaban maricón, mariposa, bujarra. Pero los táperes le sirvieron para hablar con algunos compañeros; conmigo mismo, de hecho. Al principio no hablaba nunca y luego era el centro de todo. Tenía una historia curiosa, era el tipo con los trabajos más extraños que he conocido nunca: había repartido carteles, encerado suelos y había sido camarero, como todos, pero también



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