Eponimón (Versión a color) by Javier del Hoyo

Eponimón (Versión a color) by Javier del Hoyo

autor:Javier del Hoyo [Hoyo, Javier del]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Divulgación, Crítica y teoría literaria
editor: ePubLibre
publicado: 2016-02-22T16:00:00+00:00


AL TEATRO EN UN SIMÓN

(Breve historia de los transportes)

Si ahora nos trasladáramos al siglo XVIII o XIX, veríamos ciudades completamente distintas de las actuales. Los medios de transporte remodelaron el urbanismo, permitieron unas dimensiones no imaginadas para el hombre de a pie. Las estrechas y tortuosas calles medievales dieron lugar a las grandes avenidas, donde pudieran circular vehículos en uno y otro sentido, con bulevares para pasear, con lugares para estacionar los vehículos. Mucho más tarde surgieron los aparcamientos subterráneos. Vivir en las afueras dejó de ser algo suburbial, de pobres, para convertirse en un privilegio de clases pudientes que se instalaban en lujosas casas de campo. Como pescadilla que se muerde la cola, el crecimiento de las ciudades multiplicó el uso de los transportes.

En el caso de los medios de transporte, el epónimo suele coincidir con el del fabricante, o con la persona famosa que usó por primera vez el invento o, metonímicamente, con el lugar donde se ideó el vehículo o donde comenzó a funcionar por primera vez.

En este viaje en el tiempo, no veríamos los actuales modelos de automóviles, aunque sí nos toparíamos por las calles con coches de caballos. Hoy, cuando aparecen en las películas de época, diríamos que son todos iguales, pero los modelos eran muchos y variados. Y cada uno con unas características y un nombre. Estaba el tílburi, «carruaje de dos ruedas grandes, ligero y sin cubierta, a propósito para dos personas y tirado por una sola caballería», que tomó el nombre de su inventor, el inglés Gregor Tilbury, que lo patentó en 1818 en Inglaterra. O el elegante landó, «coche de caballos de cuatro ruedas, con doble capota abatible», que debe su nombre a la localidad de Landau, población de Baviera donde se fabricó por primera vez. Landó es además un baile típico de la zona costera de Perú, y curiosamente el nombre de este baile viene por el uso de los caballos que tiran del landó.

Al teatro se iba en un simón, palabra que proviene de ‘coche de don Simón’, de Simón González, alquilador de coches y caballos en Madrid, a quien Felipe IV concedió este privilegio en 1639. También conocido como «coche de plaza» o «de punto», porque estaba destinado al servicio público por alquiler y tenía un punto fijo de parada en una plaza o calle. Por cierto, estos coches están en el origen de otra frase hecha; y es que en esta época a los actores, cuando iban a estrenar alguna obra se les deseaba «mucha mierda», ya que a los estrenos iban nobles y ricos, que lo hacían en coches de caballos. Si la obra era buena, los señores permanecían hasta el final y, por lo tanto, los caballos que habían esperado fuera durante toda la función habían dejado su huella en el pavimento. «Mucha mierda», por lo tanto, era señal de éxito, y la frase se convirtió en un buen deseo para los artistas.

Parecido al simón fue el fiacre, cuya denominación se remonta a la mitad



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