Enamorado de ella by Dama Beltran

Enamorado de ella by Dama Beltran

autor:Dama Beltran [Beltran, Dama]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00


Capítulo 14. La visita de Fidel

Habían pasado tan solo cinco días desde que Andreu descubrió a la que creyó ser

la mujer de su vida. Y desde ese momento, no supo más de ella. Parecía que se la

había tragado la tierra. Durante las cuarenta y ocho horas que había durado su

agonía, seis de ellas las utilizó para salir de su casa e ir a buscarla donde pensó

encontrarla.

Sin embargo, ni estaba en su casa, la cual había merodeado como un ladrón

buscando una entrada para acceder al hogar, ni en el edificio donde aparcó el

coche, que descubrió que era el lugar donde trabaja su marido, ni en el club, donde

estuvo esperando sentado en la entrada más de una hora a que alguien le abriese la

puerta tras media hora de golpes y gritos. Nada. No halló nada. Lo único que pudo

confirmar es que cada instante que pasaba sin ella seguía añorando sus besos, su

perfume caminando por su nariz, la suavidad de su piel al tocarla… Intentó por

todos los medios dejar de pensar en Lucía, pero no lo consiguió. Cuando cerraba

los ojos tan solo la veía a ella, mirándole, sonriéndole, susurrándole al oído que no

se desanimara porque al final volverían a estar juntos. Apiló entre sus manos los

documentos que había leído y los colocó con dejadez sobre la mesa. No tenía

ningún interés en solucionar los problemas de los demás porque ni él mismo

solucionaba el suyo. «¿Cómo se puede ser un salvador si tan solo eres el verdugo

de uno mismo?», se decía una y otra vez deambulando por su oficina. «No debería

haber venido. Hoy no estoy en forma –seguía pensando–. M iraré la agenda y si no

tengo nada interesante, volveré a caer en los brazos de esa botella que dejé a

medias.» Con desgana, observó lo que tenía previsto para la mañana y entrecerró

sus ojos al sorprenderse de que todas las citas habían sido anuladas menos una.

Una que se había antepuesto a las anteriores con color rojo y en mayúscula. Se

sentó con rapidez en el sofá y leyó varias veces las anotaciones. Al final optó por

resolver su dilema.

–Elena, quería hacerte una pregunta –comentó después de dejar pulsado el botón

del intercomunicador durante unos segundos. Tal vez lo había cambiado él y ahora

no se acordaba.

–¿Se encuentra mejor? ¿Necesita algo?

–Tengo algo apuntado en rojo en la agenda para hoy, pero no me acuerdo de qué

se trata. ¿Sabes algo de eso? –M ovía inquieto el sillón de un lado a otro.

–Puede que sea algo relacionado con Fidel. –Ella sabía de qué se trataba pero se

mantendría al margen, no quería inmiscuirse en temas familiares. Lo que tramara

el diablillo con su hermano era cosa de ellos.

–Bien, entonces le llamaré a ver qué me cuenta. Gracias. –Colgó.

Los dedos de Andreu comenzaron a tamborilear sobre la mesa y frunció de nuevo

su ceño. Si su hermano había concertado una cita sin poner nombre o algún tipo de

palabra en clave, solo era por una razón; tenía problemas y no deseaba que nadie

descubriera que volvía a meterse en líos. Tal vez requería de sus servicios para

salir del Club. «¿Qué has hecho?», se preguntaba una y otra vez.



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