Elizabeth Costello by J. M. Coetzee

Elizabeth Costello by J. M. Coetzee

autor:J. M. Coetzee [Coetzee, J. M.]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Filosófico
editor: ePubLibre
publicado: 2003-01-01T05:00:00+00:00


5

LAS HUMANIDADES EN ÁFRICA

I

Hace doce años que no ve a su hermana, desde el funeral de su madre aquel día lluvioso en Melbourne. Esa hermana a quien sigue llamando interiormente Blanche —aunque hace tanto tiempo que su nombre público es hermana Bridget— que a estas alturas ya debe de pensar en sí misma como Bridget, se ha ido a vivir a África, parece que para siempre, siguiendo una vocación. Formada como profesora de clásicas y reeducada como misionera médica, ha llegado a ser administradora de un hospital de tamaño considerable en la Zululandia rural. Desde que el sida asoló la región, ha ido concentrando cada vez más los esfuerzos del Hospital de los Bienaventurados Mary on the Hill, Marianhill, en los problemas de los niños que nacen infectados. Hace dos años Blanche escribió un libro, Vivir para la esperanza, sobre su trabajo en Marianhill. El libro funcionó de forma inesperada. Dio una gira de conferencias por Canadá y Estados Unidos, haciendo publicidad del trabajo de la orden y recogiendo fondos. Salió en la revista Newsweek. Así que después de renunciar a la carrera académica por una vida de duro trabajo carente de reconocimiento, de pronto Blanche es famosa, lo bastante famosa como para que una universidad de su país de adopción le otorgue un título honorario.

Es por ese título, y por la ceremonia de su entrega, que ella, Elizabeth, la hermana menor de Blanche, ha venido a una tierra que no conoce y que nunca ha tenido el deseo especial de conocer, a esta ciudad tan fea (hace unas horas escasas que llegó en el avión y la vio desplegada desde el aire, con sus acres de tierra llena de cicatrices, sus enormes y estériles depósitos de minas). Ahora está aquí y está agotada. Horas de su vida perdidas en el trayecto sobre el océano Indico. No tiene sentido pensar que las va a recuperar. Tendría que echarse una siesta, recuperar un poco las fuerzas y recobrar los ánimos antes de encontrarse con Blanche. Pero está demasiado tensa, demasiado desorientada, y sospecha vagamente que ha enfermado. ¿Será algo que ha cogido en el avión? Enfermar entre extraños: ¡qué situación tan triste! Reza por equivocarse.

Las han instalado a las dos en el mismo hotel, a la hermana Bridget Costello y a la señora Elizabeth Costello. Cuando se organizó la visita les preguntaron si preferían habitaciones separadas o compartir una suite. Ella dijo que habitaciones separadas. Y supone que Blanche dijo lo mismo. Nunca ha tenido una relación íntima con Blanche. Y ahora que han dejado de ser mujeres de edad avanzada para convertirse en, francamente, ancianas, no tiene ganas de tener que oír cómo Blanche reza antes de irse a la cama ni de ver qué clase de ropa interior llevan las hermanas de la Orden Mariana.

Deshace el equipaje, va de aquí para allá, enciende el televisor y lo apaga. De alguna forma, en medio de todo esto, se queda dormida, boca arriba, sin quitarse los zapatos. La despierta el teléfono. Busca a tientas el aparato.



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