Elemental querida lectora by Vicki Delany

Elemental querida lectora by Vicki Delany

autor:Vicki Delany [Delany, Vicki]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: 13insurgentes
publicado: 2024-01-23T00:00:00+00:00


CAPÍTULO DIEZ

Tuve que recurrir a todas mis dotes de persuasión para convencer a Jayne de que volviera al Miata y se largara de allí.

—No toques nada —grité mientras se dirigía a la mujer, con la mano estirada, como si tuviera la intención de quitarle el cuchillo.

—Tenemos que ayudarla.

—Ya es demasiado tarde.

Las gotas de sangre le habían manchado el pecho y el suelo de piedra del patio, donde se habían secado al sol. No tenía mucha sangre en la ropa; también estaba seca. Me arrodillé junto a ella, con mucho cuidado de no tocar nada que no debiera, me incliné y acerqué el dorso de la mano a su cuello. Estaba frío y no tenía pulso. El filo le había atravesado el corazón y había muerto al instante.

Examiné su rostro. Tenía los ojos desorbitados, en estado de shock. No me cabía ninguna duda de que había estado en mi librería el martes y que había comprado un ejemplar de How to Think Like Sherlock, fingiendo que formaba parte del grupo de bridge.

Me levanté. Acerqué la mano a la taza de café que había en la mesita, pero no noté calor alguno. Estaba medio llena y la leche había formado una capa de grasa en la superficie.

—Vámonos.

Agarré a Jayne del brazo, que estaba pálida. Me miró asustada. Tiré de ella y me siguió. Cruzamos el porche corriendo, esquivando la mesa y las sillas. Pasamos junto a las ventanas vacías y a la mujer de piedra y su jarrón vacío, atravesamos los restos de un jardín que en el pasado había lucido un aspecto más exuberante, y nos escabullimos entre el seto y la valla. Salimos a la calle y echamos a andar con un ritmo rápido, pero sin llamar la atención. Por desgracia, no estábamos en mitad del invierno y no llevábamos abrigo, bufanda ni gorro. Tan solo esperaba que las cámaras de seguridad enfocaran hacia la entrada de la finca y no a la calle.

La fiesta infantil seguía muy animada y el Miata pasaba desapercibido entre los demás coches de alta gama. Entramos en el vehículo y nos alejamos lentamente.

Jayne buscaba el teléfono en su bolso.

—Ni lo toques —le advertí.

—Tenemos que llamar a la policía.

—Lo haremos cuando corresponda. No podíamos hacer nada por ella. Era demasiado tarde, debe llevar así horas.

El café de la taza de la mesa estaba helado. Café, por lo que era más probable que se tratara del desayuno en lugar de algo preparado a media tarde para tomarlo junto a la piscina.

—¿La has reconocido?

—Era Elaine Kent.

—¿La mujer que formaba parte del grupo de bridge?

—La misma.

—El guardia le dirá a la policía que estuvimos en la casa.

—También les dirá que nos fuimos cuando no nos dejó entrar. Espero que fuera lo bastante espabilado como para apuntar la hora de nuestra visita. Es una suerte que, unas horas antes, nos pararan en la autopista, en dirección a Boston, los detectives al mando de la investigación.

—Si tenemos coartada, ¿por qué huimos?

—No huimos. Estamos llevando a cabo una retirada estratégica. No



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