El sueño muerto by Burton Hare

El sueño muerto by Burton Hare

autor:Burton Hare
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial
publicado: 2019-01-24T23:00:00+00:00


CAPÍTULO VIII

McGee levantó la mirada del testamento que había estado leyendo y comentó:

—Hizo usted un buen trabajo. Nadie podrá impugnar este testamento jamás.

—Ya lo sé. Tal como acabas de ver, Frederic Haines nombra heredera universal a Leyla Mars, de profesión enfermera. Sus hijos obtendrán tan sólo las mandas legales para que no puedan reclamar ni impugnar estas últimas voluntades. Los sirvientes obtienen sustanciosas cantidades, superiores, en mucho, a lo asignado a los propios hijos…, lo cual hará que revienten de un colapso —terminó con un suspiro.

—Supongamos que no aparece esa mujer…

—Sigue leyendo, hay otra hoja más. Si Leyla Mars no aparece en el plazo de un año, o si se comprueba que está muerta, la herencia pasa a instituciones benéficas que nosotros deberemos designar como albaceas legales.

Paul dejó los papeles encima de la mesa. Sonrió entre dientes.

—Me gustará ver las caras de los hijos de Haines cuando llegue el momento de leerles todo esto… —Tendrás ese privilegio— gruñó Reel—. Y ahora, déjame trabajar y vuelve a tus investigaciones.

No me gusta nada tal como están las cosas.

—A mí tampoco si he decirle la verdad.

—Entonces, muévete. Quizá seas mejor detective que abogado…

McGee hizo una mueca, se levantó y salió del despacho, severo y oscuro, del viejo abogado que era su socio y jefe todo a la vez.

Gerty le hizo señas cuando pasó ante su mesa. Estaba hablando por teléfono y dijo:

—Un momento, no cuelgue; el señor McGee le atenderá enseguida…

—¿Es para mí?

—Le paso la comunicación a su despacho.

Paul se dio prisa. Al descolgar el auricular, una voz que le pareció conocida crepitó en su oído.

—¡Ya era hora! Hombre, creí que no podría comunicar con usted…

—¿Con quién hablo?

—Jonston, el conserje. Usted me dejó su tarjeta, ¿recuerda?

—Sí. ¿Tiene noticias para mí?

—Seguro. ¿Y mis cincuenta dólares, qué?

—Se los mandaré si su información los vale.

—¡Ya lo creo que los vale! Tengo el nombre y la dirección de un tipo que se mordía las uñas de impaciencia por localizar a la señorita Mars.

—Ajá, voy a tomar nota…

—Se llama Bill Melton, y vive en Laurel Terrace, cincuenta. Tengo también el teléfono. Insistió en que le llamara si ella volvía. Dijo que no importaba la hora que fuera, de día o de noche podía telefonearle.

—Ha hecho usted una buena labor. Recibirá sus cincuenta dólares.

—¿Debo seguir avisándole si se presenta alguien más?

—Por supuesto.

—¿Y me pagará lo mismo?

—De acuerdo.

Colgó y abandonó la oficina como si le persiguieran.

Una hora más tarde estacionaba el coche delante del número cincuenta de Laurel Terrace. Era una retorcida calle residencial, en las colinas. La casa era grande y bien cuidada, y también el jardín aparecía cuidado hasta en sus menores detalles.

Paul se apeó del coche y caminó por un sendero de piedra rumbo a la entrada de la casa. A la izquierda había un amplio garaje, y delante de él un brillante Jaguar negro.

Antes de llegar a la puerta se desvió hacia el garaje. Al apoyar la mano sobre el capó del coche comprobó que estaba caliente.

Un hombre apareció a través de una ventana francesa que comunicaba la casa con el jardín por aquel lado de la casa.



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