El selector by Cristopher Sande

El selector by Cristopher Sande

autor:Cristopher Sande
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ciencia ficción, Novela
publicado: 1964-12-31T23:00:00+00:00


CAPÍTULO IX

En el laboratorio no había nadie, pero algo puso a Sergio en estado de alarma.

—¡Cuidado, Sam! No hace mucho alguien estuvo aquí. Mira este cigarrillo… Todavía humea.

En el centro de la sala ofrecían un blanco magnífico y cambiaron de lugar, buscando un ángulo donde podían observar todos los rincones. Yanko y Helk quedaron a un metro de ellos.

—Entre todas las fórmulas hay una que nos interesa en particular: la del Uranio. Vamos, no nos hagas perder tiempo: tienes cinco minutos para encontrarlas. Si consumes ese tiempo, volarán todas esas bombonas de oxígeno.

—No lo hagas; volaríamos todos —dijo Helk.

—De acuerdo, en tal caso serás tú quien reciba el impacto…

El rostro de Helk palideció.

Dos minutos bastaron para encontrarlas.

—Ahí las tenéis —dijo, tirándolas sobre la mesa.

—¡Léelas! ¡Con rapidez! —insistió Sergio y añadió—: Sin interrupciones…

El que leyera rápido aseguraba el contenido del papel, ya que Helk no tendría tiempo de pensar en otras fórmulas.

Ambos se habían colocado los traductores y entendieron perfectamente sus palabras.

—Es suficiente —dijo Sergio—. Dame.

Un ligero ruido procedente del pasillo atrajo su atención.

—¿Qué es esto? —preguntó Sam, apuntándole a la cabeza, mientras Sergio lo hacía hacia la puerta.

—¡Jamás saldréis de aquí! —exclamó Helk.

—Mira fuera, Sam.

El pasillo estaba acordonado de soldados y por las ventanas, naves a la misma altura de ellas, custodiaban el edificio, haciendo imposible cualquier intento de fuga.

—Estamos cercados. Todo está abarrotado de soldados —dijo Sam, dirigiéndose a Yanko con gesto amenazador.

—¡Espera! Aún dominamos la situación. No harán nada mientras tengamos a los dos de rehenes.

—¿Hay otra salida? —increpó Sam.

—No.

Éste lo zarandeó bruscamente.

—Sé más explícito. ¿Dónde está la emisora?

—Al otro lado del planeta.

—¡Explícate!

—Hay otra ciudad al otro lado —contestó con sequedad.

—No pretenderás que creamos que en ésta estáis aislados… Tiene que haber una emisora.

Sam se acercó con cautela a una ventana y disparó repetidas veces sobre la primera nave que vio. Con un ronco silbido, ésta perdió altura y se precipitó contra el pavimento. Una de ellas abrió fuego sobre los cristales de la ventana, haciendo saltar en mil pedazos todos los cristales y destrozando varias estanterías.

Helk se hizo rápidamente con un transmisor.

—¡Imbéciles! —gritó—. ¡No disparéis! ¡Está nuestro Emperador!

Era evidente que cualquier descuido sería fatal para Sergio y Sam, pero tenían en jaque a todo Criptón; de tal manera que tendrían que matar en caso de necesidad, a sus enemigos, si les presionaba mucho y eso suponía el fin para los dos, puesto que los soldados, una vez muerto el Rey no tendrían a quien defender sino eran sus propias vidas. Pero, mientras, respetarían a sus enemigos hasta el punto de dejarles escapar si fuera preciso, con tal de no perjudicar la seguridad de Yanko.

El joven rey observó el auricular que pendía de la oreja de Sam.

—Veo que entienden nuestro idioma —dijo, dirigiéndose a Sergio y agregó—: Su amigo se colocó mal el traductor. Conozco el sistema aunque no dispongamos aquí de esos aparatos.

—Eres listo y no me fío de ti —objetó Sergio—. Llama a uno de tus hombres y ordénale que lea las fórmulas. Es la única



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